Juan Carlos Núñez Armas*
Esta semana, al igual que muchas de las anteriores, estuvo llena de notas que se destacan más por caer en el fastidio que por informar. Quizá de ahí, la expresión utilizada esta semana por el presidente cuando los reporteros le cuestionaron sobre la candidatura de Félix Salgado Macedonio en el estado de Guerrero. “Ya chole”, respondió el presidente, esta expresión popular sinónimo de “ya chocas”, que denota un “ya basta”, “ya fue suficiente”, es lo mismo que los ciudadanos debemos ahora decirle a los políticos: “ya chole” con los escándalos políticos.
Lo cierto es que la información ha destacado más por la estridencia noticiosa que por aportar algo constructivo: que si el Senador y aspirante a gobernar Guerrero tiene denuncias por violación, que si la 4T sabía de la crisis de gas y electricidad y no hizo nada, que si el alcalde de Zinacantepec menciona que en ese municipio el COVID no existe y denuncia al reportero por alterar lo que dijo… Cada una de estas situaciones va tomando paulatinamente un tinte escandaloso.
Un escándalo es una reacción de indignación ante lo que se percibe como violación de las normas sociales y se tilda de escandaloso, sinónimo de conducta desviada, aquello que se cree es incorrecto o impropio. Es una reacción social que provoca el conocimiento de un hecho considerado negativo y esta reacción se constituye en una forma de control social.
Ante los problemas que traen consigo los escándalos políticos surge la pregunta ¿cuáles y cómo son? El problema de la responsabilidad del político que tiene un comportamiento, que se supone debe ser conocido y claro para la sociedad a la que representa, y no es aceptable que tenga una conducta violenta que no sea castigada, como en el caso del resto de los ciudadanos. Sin embargo, el proceder de los gobernantes actuales tiende a las conductas arbitrarias, a las actuaciones hipócritas y cae en el fariseísmo moral (acción de fingir cualidades, actitudes o sentimientos que no se tienen o son contrarios a los verdaderos).
A todo esto, ¿cuál es la sanción que un ciudadano tiene frente al doble proceder de los políticos? La herramienta que tiene más a la mano es hacer un escándalo y le sirve así para reforzar la conciencia colectiva de su comunidad y someterlo a la discusión pública. Sirve incluso para provocar una crisis y que se hagan reajustes en el poder público o la manera en cómo se distribuye el poder político.
Así, se abre una batalla por la opinión pública, que busca en cada momento una rentabilidad política. Los medios de comunicación tradicionales, y en particular las redes sociales, juegan un papel fundamental en trasmitir tanto el origen de la nota informativa como la “viralización” de la conducta percibida como desviada. También juegan un papel importante los profesionales de la comunicación que cumpliendo con su cometido dan lugar a difundir una nota que, de no haberla retomado, habría pasado sin relevancia alguna. Otro factor a destacar es el tiempo en que se presenta un hecho, por ejemplo, el caso del aspirante a gobernador, no obstante que los hechos denunciados se cometieron hace tiempo, es ahora que cobran una mayor relevancia, por su aspiración que, de no tenerla, seguirían en un segundo plano de culpabilidad.
Otro factor es, desde luego, el político, porque no es lo mismo si la declaración es de un militante común, a que lo diga un recién nombrado presidente municipal. Además de la fuerza de militar en el partido político que hoy tiene la mayor responsabilidad política del país y gobierna muchos municipios.
Un escándalo refleja que está en juego la pérdida de la confianza social, cuando los representados exigen explicaciones al ver que el político se aleja de sus intereses. Llega el momento de exigir que rinda cuentas por su conducta. Entonces, los ciudadanos pueden seguir manifestando su apoyo si les convence que es un buen representante de sus intereses.
El escándalo es una manera de que los ciudadanos se hagan presentes en las acciones de gobierno, especialmente cuando no existe una maquinaria debidamente formalizada para que una sociedad exprese sus deseos, o bien, cuando las instituciones no tienen dinámicas adecuadas para responder a los deseos ciudadanos. El escándalo asegura la expresión política ante el grupo dirigente que apoya a un líder y que quiere mantener el respaldo mayoritario de un conjunto de electores, así es la esfera pública de discusión en torno al régimen.
En consecuencia, el escándalo constituye una expresión de lo que piensa el público ante el gobernante que lo representa y opera, según lo señala la politóloga Elizabeth Noell-Neumann, como la opinión de temas controvertidos o el temor de quedar aislado al no expresarse oportunamente. Noell-Neumann considera tres argumentos importantes: 1) la capacidad de un actor político para que sus opiniones crezcan o se debiliten, 2) que un ciudadano reaccione hacia un discurso que le resulta más creíble o bien al silencio y 3) temor a ser aislado si comunica su sentir y prefiere guardar silencio. En resumen, dice la autora, lo que percibimos como una conducta desviada obedece a estereotipos indispensables, que nos permiten determinar cuándo hablar y cuándo permanecer callados.
Así los escándalos, muchas veces medidos y filtrados por los grupos primarios incluidos los líderes de opinión, reflejan orientaciones partidistas y se convierten en una lucha de las élites, tanto de quien atacó como de quien defiende un escándalo. Este concepto se convierte en un desafío de la élite gobernante, que provoca crisis de legitimidad dependiendo de cómo se resuelva.
Mientras tanto, amables lectoras y lectores, aunque estemos ya fastidiados y pensemos que ya basta de los escándalos, sigamos opinando. Busquemos incidir en el cambio de conductas públicas coherentes y coincidentes con nuestra forma de pensar, denunciemos lo que vemos mal y privilegiemos con nuestras comunicaciones aquellas conductas que destaquen los valores humanos, respeten a los semejantes y al medio ambiente en el que nos desarrollamos.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
Twitter @juancarlosMX17
Facebook Juan Carlos Núñez Armas