Jenaro Villamil / Homozapping
Dos tipos de reacciones negativas ha generado la difusión de la crónica y entrevista del actor y productor Sean Penn, acompañado por la actriz mexicana Kate del Castillo, con el capo del cártel de Sinaloa, Joaquín Guzmán Loera y publicada de manera íntegra este 12 de enero en la revista Rolling Stone.
Una primera reacción cuestiona la validez y ética periodísticas del documento y del video grabado por Guzmán Loera porque el célebre intérprete del cine norteamericano no pasó el examen mínimo para ser alumno de la escuela Carlos Septién o para ganar el Premio Pulitzer, no le realiza las preguntas incómodas al Chapo, especialmente aquellas relacionadas con sus crímenes, traiciones y consecuencias de su negocio ilegal y, al no hacerlo, termina por ser “un acto de propaganda”, por ser “manipulado” por el jefe del cártel de Sinaloa y por hacer una “apología del delincuente”.
Desde el puritanismo periodístico se critica a Sean Penn como un “intruso” de la profesión y desde la envidia nada velada se pretende dar lecciones sobre algo que nadie antes que él pudo conseguir de un criminal como Guzmán Loera.
Paradójicamente, varios críticos no se rasgan las vestiduras cuando el principal conductor de la televisión mexicana o sus semejantes en varios medios masivos de comunicación mexicanos hacen entrevistas propagandísticas con gobernadores o funcionarios del gobierno federal, no realizan preguntas incómodas y acaban por hacer relaciones públicas, incluso con un pago de recursos públicos de por medio.
Esta reacción evade un hecho fundamental, con valor periodístico, nos guste o no la manera de redactar de Sean Penn o sus deficientes preguntas: es la primera vez que el Chapo Guzmán admite on the record ser un narcotraficante a escala global. “Vendo más heroína, metanfetamina, cocaína y mariguana que nadie en el mundo”, sentencia Guzmán Loera. En otras palabras, el Chapo se quita la máscara de simple agricultor y se presenta tal cual es: un delincuente global.
Para mi gusto, el valor más importante del texto de Sean Penn no está en las preguntas sino en el relato donde describe los detalles para llegar al Chapo Guzmán. Es un relato incómodo porque implica una bofetada para la simulación de las instituciones mexicanas y norteamericanas que una y otra vez han reiterado que buscaban al “delincuente más peligroso” de México, mientras cómodamente el capo podía planear este tipo de encuentros en Sinaloa (el periódico RioDoce reveló que la reunión se realizó en la reserva ecológica de Cosalá, de la Universidad Autónoma de Sinaloa), acicalarse como en un set televisivo, y tener el resguardo de fuerzas armadas que se “cuadran” ante Alfredo Guzmán, hijo del capo.
“Dos soldados uniformados del gobierno, armas en mano, se acercan al vehículo. Alfredo baja la ventanilla del pasajero; los soldados se retiran pareciendo avergonzados, y nos hacen señales con la mano para que pasemos. ¡Ah! Ese es el poder de la cara de Guzmán. Y la corrupción de una institución. ¿Significaba esto que nos estábamos acercando al hombre?”, relató Penn, con clara ironía.
En otras partes del texto, el actor también reflexiona e ironiza sobre la hipocresía de las autoridades norteamericanas que han fracasado en una prolongada guerra contra el narcotráfico que sólo ha generado más enfermos-adictos en su propia sociedad, el despliegue de drones que vigilan a ciudadanos, pero no pueden alcanzar a los capos y mantener a agentes de un cuerpo policiaco como la DEA que simplemente no ha evitado la espiral de un gran negocio como es el narcotráfico y sus derivaciones.
El texto de Rolling Stones no es una entrevista-confesión, no hay grandes secretos revelados por parte de Guzmán Loera, pero tanto el encuentro como el escrito de Sean Penn constituyen algo insólito y, por lo tanto, periodístico: es la primera vez que el jefe del cártel de Sinaloa acepta hablar públicamente ante un medio de comunicación; elige a un actor de Hollywood y a una actriz mexicana, confirmando esta extraña fusión entre el mundo de la farándula y el de los criminales que tantos frutos ha dado a la propia industria del entretenimiento.
La segunda reacción no se limita a criticar la calidad periodística y la ética de Penn y Kate del Castillo, al aceptar el apoyo logístico, las condiciones impuestas por el capo y el presunto respaldo financiero a la realización de una película biográfica.
Los críticos criminalizan a la intérprete mexicana y al propio Penn. Estaríamos ante un acto de obstrucción de la justicia, de colaboración con el crimen organizado y hasta de presunto lavado de dinero, afirman quienes están en este segundo tipo de reacciones negativas.
Coinciden con la misma táctica utilizada por el gobierno peñista en otras ocasiones: desacreditar y castigar al mensajero, al tiempo que evita asumir el mensaje esencial.
El gobierno peñista, sus voceros y propagandistas han aplicado esta misma fórmula en contra del equipo de Carmen Aristegui en el caso de la Casa Blanca, del grupo interdisciplinario de investigadores en el caso de Ayotzinapa y hasta con el mismo papa Francisco cuando se filtró una expresión suya criticando la “mexicanización” de Argentina.
Criminalizar a Kate del Castillo o a Sean Penn sólo confirmarían la doble moral y la mentira abierta del régimen frente al crimen organizado. El problema no son quienes entrevistaron al capo del cártel de Sinaloa sino los principales responsables y cómplices de un sistema corrompido que permiten este tipo de historias y de fenómenos como El Chapo.
Evidentemente, tanto el encuentro de octubre de 2015 como la redacción y publicación del texto de Rolling Stone resultó muy incómodo para el gobierno federal.
En su editorial del pasado domingo 10 de enero, La Jornada lanzó esta hipótesis:
“No es ocioso preguntarse, por ejemplo, si el gobierno federal tuvo conocimiento de la entrevista en los días previos a la reaprehensión de El Chapo; si ese conocimiento aceleró las acciones policiales y militares para dar con su paradero o si, por el contrario, las autoridades nacionales fueron incapaces de enterarse que el prófugo más buscado del país se reunía con medios internacionales y estrellas de la farándula para dar entrevistas”.
Incluso, algunos observadores han señalado que posiblemente la propia entrevista entre Sean Penn y El Chapo constituyó una carnada que el astuto jefe del cártel de Sinaloa mordió, acelerando también la necesidad de acabar con la simulación prevaleciente sobre su carácter de “fugitivo más buscado” en Estados Unidos y México.
En este sentido, el valor más importante de un documento como el de Rolling Stone sería abrir una discusión más sensata y realista para acabar con la simulación de la guerra contra el narco y sus capos y para dejar de infantilizar a los mexicanos con la pretensión de que sólo hay buenos y malos en esta historia compleja y muy trágica para el país.
Contenido original en: http://homozapping.com.mx/2016/01/sean-penn-el-chapo-de-polemicas-e-hipocresias/