Ricardo Moreno**

Hace algunas semanas en el marco de la definición sobre quién habrá de encabezar los trabajos de defensa de la 4T en el país a los que han convocado los partidos de la alianza “Juntos Hacemos Historia”, integrada por Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde Ecologista, iniciamos un proceso de reflexión que nos llevó a varias conclusiones.

En primer término, este ejercicio democrático permite la movilización de los militantes y simpatizantes de los partidos coaligados en vísperas del proceso electoral que formalmente inicia el mes de septiembre próximo. Ante ello, convocar a las figuras más representativas del movimiento a activarse y recorrer el país es una atinada medida política.

Más allá de la crítica facilona de decir que se trata de actos anticipados de campaña, se trata de una medida inteligente y eficaz para la prolongación del proceso transformador que ha iniciado Andrés Manuel López Obrador y que próximo al proceso de elección de su relevo, las fuerzas conservadoras aglutinadas en la oposición atacarán con todo lo que tenga a su alcance para evitar lo que a estas alturas es la crónica de su derrota anunciada.

Poner en movimiento a los principales cuadros del movimiento permitirá, además, la construcción de un gran acuerdo unitario que priorice el movimiento más allá de los nombres. Como se ha dicho y se ha apuntado con claridad, el proceso del que emerja el coordinador de la defensa de la 4 T tendrá como propósito también la construcción de un proceso ordenado y tranquilo de sucesión en la conducción del movimiento. Se trata de que por primera vez en la historia nacional el poder no se entregue en forma total a una persona sino a un colegiado del movimiento integrado por todos aquellos que se han inscrito y que tienen garantizado un lugar de preeminencia política en la próxima etapa.

Es, sin lugar a dudas, un ejercicio de extraordinaria manufactura por parte del presidente López Obrador, pues con ello asegura continuidad, estabilidad y clara conducción. Dicen, los que verdaderamente saben de política que los presidentes en México tienen que tomar dos grandes decisiones en su mandato; la primera es la de integrar a su gabinete y, la segunda, dejar bien elegido a su sucesor. Pues bien, esta decisión tomada por el presidente ha sido de alta manufactura y ha sorprendido a propios y extraños. Adelantó la jugada y con la mano en la cintura dio un gran giro a la forma tradicional del destape descarado que se acostumbraba en el viejo régimen.

Con esto en mente he decidido apoyar a Adán Augusto junto con muchos compañeros porque Adán representa el genuino pensamiento del humanismo mexicano propuesto por Andrés Manuel. Es y ha sido un servidor público intachable, pero sobre todo alejado de escándalos de corrupción o malos manejos. Ha dado claras muestras de sus convicciones políticas al anteponer la construcción de Morena antes que mantenerse en el cargo para el cual había sido electo como senador. Adán, decidió solicitar licencia para dedicarse en cuerpo y alma a la construcción de nuestro partido.

Es pues, un extraordinario militante y político experto, conoce de política y a los políticos, pero, sobre todo, tiene esa intuición muy particular que se requiere para la toma de las grandes ediciones del país. Es, en resumen, un político probo y probado.

Quienes desde nuestra trinchera decidimos apoyar a Adán hemos llegado a un acuerdo. No hablaremos por ningún motivo mal del resto de compañeros que aspiran a coordinar los trabajos de la 4T. Hacerlo sería un despropósito y una aberración. Todos ellos tienen nuestro respeto y consideración pues todos ellos están contribuyendo a poner en movimiento al partido. Es decir, lo están regresando a su esencia misma porque ante todo Morena es y seguirá siendo, antes que partido, un movimiento. El movimiento de la cuarta transformación.