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El Manual de Maquiavelo 19-04-2024

Francisco Ledesma /  La democracia cuestionada

El domingo 2 de junio, los mexiquenses tendrán la posibilidad de elegir a sus próximos presidentes municipales y diputados locales, lo que supondría la alternativa de decidir entre al menos dos proyectos políticos, ideológicos y de gobierno sobre quien encabezará el ámbito de gobierno más cercano a la población, o de quien represente sus intereses y anhelos desde el Poder Legislativo en la entidad. Sin embargo, la capacidad de elección se reduce a la reivindicación de cotos de poder creados por los partidos políticos construidos para defender intereses de grupo por encima de un proyecto de gobierno.

 

En las últimas semanas, hemos sido testigos de cómo las burocracias partidistas legitiman la selección de sus candidatos, lo que de entrada ha puesto de manifiesto que no necesariamente se ha ungido a los de mayores capacidades políticas, tampoco a los de mejores resultados, no han puesto en la balanza sus proyectos de trabajo, y están muy lejanos de procesar la democracia en sus procesos internos. La imposición se ha concentrado en componendas políticas.

 

En la designación de sus candidatos, los partidos políticos establecen candados estatutarios que garanticen que sólo sus cotos de poder defenderán sus intereses para la próxima elección. De ese modo, las dirigencias partidistas han favorecido a alcaldes y diputados que busquen la reelección, bajo la lógica de que ya demostraron su rentabilidad electoral en la pasada elección; además de que cuentan con el capital político y económico para afrontar los comicios, ni siquiera está a discusión su aprobación social como gobernante.

 

Y si los criterios legales ya no permiten la reelección, el común denominador de los partidos políticos -donde todos son iguales- se decanta a favor de las esposas, los hijos, los hermanos como si fuese el ejercicio del poder público un negocio familiar que hay que defender como un patrimonio privado; sin importar las capacidades personales, los perfiles profesionales, las formaciones académicas, o cuando menos, los negativos de quien se postula.

 

En todos los casos, los que serán candidatos son aquellos que mejor representen a los grupos que transitoriamente hoy encabezan las dirigencias de sus partidos políticos, mientras desplazan a sus antecesores, a sus adversarios internos y a revanchas personales de quienes han logrado el control de las designaciones.

 

Esos cacicazgos territoriales se imponen en el pragmatismo electoral, porque los partidos políticos asumen como una virtud reclutar a quienes ya fueron alcaldes y han claudicado a los ideales de su partido de origen, cuando ya no encuentran mayores oportunidades de ejercer el poder. Asumen que son propietarios de un caudal de votos suficientes para volverse competitivos en las urnas, o al menos acrecentar su posicionamiento en algunas regiones o municipios.

 

Durante meses previos, los candidatos que saldrán a hacer campaña electoral dentro de una semana, se ocuparon de convencer a las burocracias partidistas de ser ungidos para defender esa parcela de poder público. Y una vez que han logrado la postulación, desconocen en lo absoluto las plataformas electorales que supuestamente deberían defender en sus estrategias proselitistas.

 

En consecuencia, las promesas de campaña se concentrarán en lugares comunes como un manual de buenas intenciones, en el mejor de los casos se acercarán a un diagnóstico de las mayores carencias o exigencias de los votantes; y en el peor escenario posible, acudirá a una cauda de promesas inalcanzables, ya sea por la incapacidad financiera, o bien, por rebasar el ámbito de sus capacidades.

 

Lejos estarán los candidatos de defender un proyecto de gobierno, una agenda legislativa o un postulado ideológico, su construcción discursiva -dadas también sus limitaciones personales- se concentrará en lo que observa de spots televisivos o medios tradicionales, en la polarización que inunda las redes sociales y en lo que observa de sus dirigencias partidistas.

 

La capacidad de elección que tendrán los mexiquenses para sus próximos alcaldes y diputados locales estará en grupos de poder político, entre el menos malo y el menos peor.

 

La tenebra

Más frustrante será salir a las urnas para elegir senador, porque no habrá en la boleta electoral alguien que tenga la capacidad o el conocimiento de la técnica legislativa; y eso incluye hasta las opciones plurinominales que han colocado su nombre en los listados nacionales de sus partidos políticos. Hay quien ya se imagina con la estridencia que caracteriza sus mítines, pero convertidos en intervenciones desde la tribuna, y ya se asume como oposición.

 

 

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