Juan Armando Hinojosa simboliza en gran medida a los hombres de negocios del Estado de México, aquellos que encarnan una amplia cercanía con la clase gobernante y sustenta su éxito empresarial, a partir de negocios obtenidos al amparo del tráfico de influencias, el conflicto de interés y la corrupción.
A pesar de la defensa permanente por su ascenso al poder y a la élite de los negocios en menos de una década, la sospecha que envuelve a la fortuna generada por Juan Armando Hinojosa, está ensombrecida en haberse convertido en el constructor consentido de Peña Nieto y el vendedor inmobiliario de la familia presidencial y de su poderoso secretario de Hacienda.
Con una amplia trayectoria empresarial, Juan Armando Hinojosa tiene dedicado al mundo de los negocios alrededor de 28 años. Sin embargo, su renombre como un hombre adinerado comenzó a erigirse a la par de la carrera política de Peña Nieto, desde sus tiempos como gobernador del Estado de México.
En un corto tiempo de nueve años, las ganancias del Grupo Higa a costa del erario público y la toma de decisiones de Peña Nieto, desde el Estado de México y la Presidencia de la República, podrían rondar los 750 millones de dólares que han fortalecido y permitido diversificar la cartera de negocios de Hinojosa Cantú.
Actualmente, el Grupo Higa está conformado por 29 subsidiarias, pero nunca antes había desarrollado proyectos de infraestructura o servicios especializados con el Gobierno de la República, cuya llave fue abierta para Peña Nieto para quien representa un aliado empresarial desde hace una década.
Existe la sospecha fundada, de que los contratos obtenidos por Juan Armando Hinojosa han sido obtenidos por su tráfico de influencias, por encima de su capacidad de negocios o la especialización de sus empresas para ofrecer productos y servicios diversos a las instituciones del Gobierno Federal.
En una investigación dudosa e insuficiente, en el que un propio súbdito investigó a Peña Nieto sobre conflictos de interés, cuya indagatoria era otro conflicto por sí mismo, a la distancia reaparece en la escena Hinojosa con la sospecha de haber escondido fondos millonarios en agravio del sistema tributario mexicano, ante la incertidumbre del empresario tamaulipeco por tener pérdidas mayores, mientras su amigo mexiquense era investigado por la casa que presuntamente le vendió a su esposa.
Cuando la Casa Blanca poco a poco apostaba a la desmemoria, para borrarse del imaginario colectivo, se presenta una nueva revelación sobre una actuación irregular de Hinojosa Cantú para valerse de prestanombres y de triangulaciones financieras que le permitan evadir sus responsabilidades fiscales.
Muy lamentable sería que el Gobierno de la República, que preside Peña Nieto sea omiso o negligente ante la sospecha de que Hinojosa Cantú ha actuado con dolo para incumplir sus obligaciones. La cauda de impunidad que caracteriza al Estado mexicano, podría anticipar desde ahora una exoneración inmediata descalificando al mensajero, sin dar el mínimo de duda al mensaje, que manifiesta un despropósito por hacer las cosas al margen de la ley.
Juan Armando Hinojosa abona con este nuevo escándalo al descrédito en que está sumida la clase política mexiquense, y también los hombres de negocios, que en el imaginario parece construyen riqueza al amparo del poder político.
