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Toluca, MX
10:26 pm,
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muy nuboso
Hora Estándar Central

Por Tania Contreras

El camino de terracería parecía interminable, una densa nube de polvo se levantaba lentamente mientras simulaba devorarse a sí misma, con movimientos envolventes que la agigantaban y encogían en tan solo dos segundos, parecía expandirse pero de forma casi inmediata, de su centro, una fuerza extraña contraía su masa que era tragada como por un agujero hacia la nada; los niños sentados a la orilla del sendero repegaban sus rodillas hacia el pecho y metían su cara entre el hueco para cubrirse del polvo, su escaso cabello se tornó de un café grisáceo similar a la ceniza del cigarro, al igual que sus manos.

Las cuatro camionetas pasaron a un ritmo indiferente, como si el terreno fracturado no importara en lo más mínimo; los niños se levantaron detrás de las camionetas y cogieron las cubetas llenas de agua que no lograron tapar y ahora deberían de bajar al río nuevamente o resignarse a entregarlas con toda la tierra dentro; el mayor hizo un ademán de enojo pero comenzó a caminar, eran las 11 de la mañana y si sus cálculos no fallaban llegarían a casa cerca de las 12:30, si regresaban al río estarían en casa a las 4:30 pm, hora en la que su padre ya esperaría con el lazo en la mano; ante esa imagen prosiguieron su andar.

Al entrar al poblado un movimiento excesivo de gente los sorprendió, personas caminando de forma torpe en las calles apenas empedradas y en medio de ellas un hombre, extremadamente pulcro, de un color de piel extraño y limpiándose las manos con una sustancia transparente y viscosa que nunca habían visto; dejaron las cubetas en el piso mientras se miraban unos a otros como tratando de encontrar una explicación ante esa imagen, el menor de todos echó a correr e intentó adentrarse en la bola de gente, que ya asemejaba un enorme piedra de tonos color piel, negros, grises y blancos, la cual giraba como movida por una fuerza ajena. El pequeño fue tragado por la turba solo para reaparecer por encima de todos, sobre los brazos de aquél hombre extraño, unas luces destellaron frente a él durante los escasos segundos en los que se había convertido en una especie de trofeo, cuando tocó nuevamente el piso, aquella bola amorfa de humanidad pareció defecarlo detrás de ella.

Aún aturdido, el pequeño caminó lentamente hasta donde se encontraba su balde de agua y con una sonrisa tibia miró a su hermano mayor, que con semblante serio le atestó un golpe en la cabeza, no tan fuerte como para aturdirlo y no tan suave, que provocó que la tierra resguardada en el cabello saliera disparada en todas direcciones. Tomaron todas las cubetas y caminaron a casa.

Mientras ellos caminaban al norte, la bola de gente se dirigía al sur de aquél pequeño poblado en el que no habitaban más de 200 personas; al terminar un recorrido de 5 cuadras, extensión que abarcaba a todo el pueblo; el hombre extraño subió súbitamente a la segunda camioneta, los demás se acomodaron en las tres restantes y aceleraron de golpe para salir disparados de aquél lugar.

Una anciana que observaba de lejos se concentró seriamente en el hombre, que antes de marchar se acercó a otro y le susurró algo al oído, ambos rieron mientras abordaban el vehículo. Otra mujer miraba desde el punto contrario la misma escena y por apenas una rendija logró leer en los labios del hombre la palabra “asco”, seguida de un movimiento lento para tomar lo que parecía un pañuelo y limpiarse la cara, cuello y brazos.

Las camionetas huyeron, dejando detrás un vendaval que cubrió de polvo a las personas que de forma expectante miraban su partida. Los niños, ya sin baldes, aparecieron corriendo de entre las chozas ubicadas al norte del pueblo, el más pequeño levantó su mano derecha y moviéndola de lado a lado de forma exagerada, despedía al escaso sonido que dejaron atrás aquellos vehículos.

A la mañana siguiente, el padre de los pequeños salió al poblado vecino para comprar un poco de leña, cuando pagó al vendedor, su mirada se desvió hacía el periódico que estaba sobre un banco negro como el carbón y preguntó quién el hombre de la fotografía, le intrigaba saber por qué había visitado el pueblo; el vendedor le leyó las letras grandes que se encontraban sobre la imagen: Magnicidio, asesinan a candidato.

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