La inminente candidatura de Miguel Ángel Mancera a la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal por las izquierdas ha caído con profunda preocupación en el equipo cercano a Enrique Peña Nieto. Reconocen en el ex procurador de justicia capitalino al más avezado en las preferencias electorales de la capital del país -la segunda zona más grande en padrón comicial-. Por lo tanto, la candidatura de Mancera será redituable para Andrés Manuel López Obrador, ante la posibilidad mayúscula de que el PRD y sus aliados retengan el Distrito Federal por cuarta votación consecutiva.
En las dos últimas elecciones por la jefatura de gobierno del Distrito Federal, el priísmo ha ocupado la tercera posición, y los pronósticos para los comicios del año entrante no parecen muy alentadores por más que se le apueste al efecto «Peña» como un aliciente para el tricolor. La repetición de Beatriz Paredes como candidata a suceder a Marcelo Ebrard no parece la decisión más ortodoxa, como muchas de las que ha tomado últimamente Peña Nieto en torno a su candidatura. Paredes se ve como un cartucho quemado, y un elemento priísta que se relaciona con los dinosaurios que tanto lastre le dieron a su partido en las últimas tres décadas.
Por si fuera poco, la estructura del PRI en el Distrito Federal es simplemente inexistente. La designación de Gustavo Cárdenas Monroy como delegado del CEN en la capital del país no fue recibida con ánimo en el equipo de Paredes, que ya había colocado en esa posición al senador Jesús Murillo. Además, haber entregado una posición al Partido Verde Ecologista por la Cámara Alta no alcanzará para que la operación cicatriz sea suficiente. En paralelo, el diputado Sebastián Lerdo de Tejada -cercano a Paredes- aspira a una posición senatorial, pero antes debe pasar por el palomeo del peñismo de las candidaturas.
Si Peña desea la Presidencia de la República, el paso por el Distrito Federal parece ruta obligada, y para ello no será suficiente el apoyo de René Arce y Víctor Hugo Círigo, asentados en la delegación más poblada de la capital -Iztapalapa-; donde el clientelismo lopezobradorista fue capaz de hacer ganar a «Juanito» para luego ceder su posición a Clara Brugada. La zona parece minada para las estructuras del priísmo que no hacen primavera desde hace tres lustros. Frente a una circunstancia hostil en términos electorales, el PRI tampoco toma acciones favorables para su causa.
A la gran estructura electoral perredista, se agregan los bastiones que con el tiempo ha consolidado el panismo en delegaciones como Miguel Hidalgo y Benito Juárez, así como la incipiente Cuajimalpa, que no darán el triunfo a Mancera, pero donde también es inimaginable que se vuelquen a favor de Paredes. Independientemente si la candidatura cae en Gabriela Cuevas, Mariana Gómez del Campo, Carlos Orvañanos, Demetrio Sodi y José Luis Luege, el PAN ya ha forjado su potencial electoral que difícilmente cederá en una elección presidencial.
Mancera no tendrá un camino fértil para hacerse de la jefatura de gobierno del Distrito Federal, pero parece que los mayores obstáculos los enfrentará en la resistencia perredista de no otorgarle la candidatura a alguien que no es militante. Hacia afuera, Mancera tiene una percepción ciudadana envidiable. Por lo tanto, Ebrard y López Obrador saben que hacer candidato a Mancera beneficia a los tres, en sus proyectos políticos a futuro, y esa será razón suficiente para que el ex procurador sea el abanderado de la izquierda.