La encuesta presidencial del periódico Reforma desató la controversia política. Poner a Andrés Manuel López Obrador a sólo cuatro puntos de Enrique Peña Nieto coincide con la cerrada brecha que en semanas pasadas habían dado las encuestadoras Covarrubias y María de las Heras. La ventaja de 16 y 20 puntos que daban algunos encuestadores parecía insostenible a casi un mes de la elección, y todo apunta a que hasta Milenio Diario comenzará en los siguientes días a ajustar sus propias cifras.
De entrada, el priísta desestimó la encuesta de Reforma, al señalar que la más importante es la del 1 de julio, y asumió el discurso de quien ya se siente en segundo lugar. El triunfo irreversible que se respiraba en el PRI la madrugada del 31 de marzo –cuando arrancaron las campañas- se ha ido diluyendo, producto de la guerra sucia que ha mermado la intención del voto del mexiquense; y a eso se suma, la curva ascendente de López Obrador, que ha revertido negativos por positivos. Algo que ni el tabasqueño se imaginó.
Nada tendría de malo que López Obrador si no fuese por señales que son mal vistas, o percibidas con sospecha en el equipo de Peña Nieto. El discurso del tabasqueño en contra del sistema, ha arreciado y fuerte hacia el sistema político pero no se ha referido personalmente al presidente Felipe Calderón. En contraparte, Calderón se ha mostrado incólume, pareciera que ya pactó la transición que su partido tiene perdida electoralmente, o es que acaso guarda un as bajo la manga, que podría resaltar el día del debate.
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Las cosas no caminan bien en las campañas electorales locales. Son muchos los reportes de candidatos –que antes ya ocuparon un cargo- y que son rechazados por la ciudadanía. La bandera del cumplimiento de compromisos está jugando como boomerang en contra de los abanderados priístas. Fernando Zamora en Toluca y Alejandra del Moral en Cuautitlán Izcalli son tan sólo muestra de que el priísmo recibirá un voto de castigo. Aunque se trate de minimizar el vacío de sus eventos, éste cada vez es más recurrente.
La consecuencia de las campañas del PRI es la falta de articulación. Candidatos a alcaldes que no quieren hacer campaña con candidatos a diputados, y viceversa. Saben que los negativos de unos y otros pueden jugarles en contra. La apuesta de cada estructura es el voto diferenciado para no arriesgar el triunfo. El partido y su dirigencia ni ata, ni desata. Permanece impávido frente al desgarriate que es notorio en más de una veintena de municipios, de los considerados prioritarios para el priísmo mexiquense.
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Alejandro Encinas hace un evento en el Estado de México y dos en el Distrito Federal. Sabe que una foto acompañado de Miguel Ángel Mancera es harto rentable. Hay muchos electores mexiquenses que se sienten más defeños, y tienen ahí más identidad por ser su lugar de trabajo. Ver a Encinas fotografiado con Mancera puede redituarle en una andanada de votos en la zona oriente de la entidad. Eso al final de cuentas puede influir en el número de votos que alcance el propio López Obrador en la entidad.
