Toluca, Edomex. 24 de noviembre de 2016.- Los exabruptos han caracterizado la permanencia de Luis Miranda Nava como secretario de Desarrollo Social. El primer compadre del país, y una de las voces más influyentes en el círculo cercano de Enrique Peña Nieto, tuvo ayer una turbulenta comparecencia en San Lázaro. “Sí me falta estudiar, desgraciadamente no estudié psiquiatría para entenderla a usted, pero eso es otra cosa”, espetó Miranda a la diputada Araceli Damián, quien le cuestionó las cifras oficiales sobre combate a la pobreza.
La andanada de Miranda desató una crítica enconada en contra del funcionario federal. La comparecencia legislativa se tornó en agravios personales. Ya más tarde, por encomienda desde Los Pinos, Luis debió reponer su comportamiento en el Poder Legislativo. “Me disculpo con la diputada Araceli Damián González por una impensada reacción en mi respuesta. Lo siento mucho”, escribió el personal que maneja las redes sociales del titular de Sedesol. Otro “perdón” que se suma al descrédito, a los agravios y a las disculpas del gobierno peñista.
A propósito de la renovación de la gubernatura en los estados de México, Coahuila y Nayarit, Luis Miranda se comprometió a no pisar ninguna de las entidades que enfrentarán comicios el año entrante hasta concluidas las elecciones. Luis, duramente cuestionado en las últimas semanas por el uso clientelar de los programas asistenciales, se impuso sus propios límites. Sin embargo, lanzó una severa advertencia: no dejará de visitar el resto de los estados en su calidad de secretario de Desarrollo Social.
Miranda Nava siempre se ha caracterizado por un carácter visceral de nulo tacto político. Desde su paso por la secretaría general de gobierno con Peña Nieto, se distinguió por su rudeza. Quizá por esa razón, no resulta sorprendente el ascenso al poder de Miranda Nava dada su cercanía con Enrique Peña, pero resulta increíble que despache desde la oficina que requiere de mayor sensibilidad política, en manos de un hombre de formas duras. La oposición aprovechó su lapsus para arremeter, de nueva cuenta, en su contra.
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Nuevamente las dirigencias nacionales de PAN y PRD, representadas por Ricardo Anaya y Alejandra Barrales reactivaron reuniones en su afán por articular una alianza opositora que los vuelva competitivos para la elección de 2017. Marcan distancia de las acomodaticias dirigencias locales. Anaya y Barrales advierten que ir por separado, será firmarle un cheque en blanco para ganar los comicios y mantener el poder otros seis años en dominio priísta. La única posibilidad de triunfo es unir las fuerzas electorales de panistas y perredistas.
El desafío real, se concentra en encontrar un candidato imparcial, neutral y que evita la polarización de las fuerzas políticas. La opción podría ser un priísta que sea marginado de la candidatura y se sienta agraviado por la toma de decisiones. Ese militante de PRI, que pueda jugar con resentimiento, y se erija como candidato a gobernador bajo la anuencia de los partidos aliancistas. Sin embargo, es tanta la influencia del peñismo en el Estado de México, que parece insostenible que otra vez, alguien pretenda oponerse desde una alianza sólida.
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