Toluca, Edomex; 22 de mayo
de 2025,- Las expectativas de participación social para la votación judicial
son realmente escasas. Difícilmente habrá una cifra de dos dígitos de electores
en las urnas. Las limitaciones de las campañas electorales, la amplitud de
cargos de elección en disputa y el escaso conocimiento del electorado con el
Poder Judicial van a contribuir al resultado final. Se podrá estar de acuerdo o
no con las reformas judiciales, pero salir a votar es siempre una forma genuina
de expresar el sentir social. No hacerlo manifiesta una apatía indeseable en toda
democracia participativa.
Los partidos políticos
no deben tener injerencia en la elección judicial, pero hacer llamados para no
salir a votar atenta contra su esencia democrática. El PRIAN quebranta hasta
con su propia existencia en el corto plazo. Así se explican sus malos
resultados de los últimos tiempos. Y no hay motivos para pensar que sostendrán
una recuperación electoral hacia el 2027 y el 2029. No han alcanzado a entender
cómo ser oposición y cómo ganarse la confianza del votante.
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Ahora que se insiste en
la reposición del proceso electivo de la rectoría de la UAEMex, valdría la pena
preguntarse cuál fue el nivel de involucramiento de la comunidad universitaria
en las pasadas jornadas de promoción. Los auditorios donde se realizaban las
comparecencias son espacios reducidos en comparación con el universo de cada espacio
académico si se considera a estudiantes, docentes y personal administrativo. El
tiempo dedicado a la promoción, de casi dos meses, sería un proceso desgastante
de repetir, para quienes ya se alistaban a ser votadas o a votar por la
aspirante de su preferencia.
Muchas de las reglas hoy
vigentes en la democracia universitaria deberían revisarse y modificarse hacia
el futuro. Lo cierto es que, nada de lo que pudiera mejorarse hoy, podría ser
aplicable para el proceso electivo en curso. El movimiento estudiantil debe ser
aliciente para modificar la ley universitaria. Sin embargo, no puede construirse
una nueva norma aceleradamente ni desconocer a las figuras de autoridad o de representación
ya existentes. Eso lo tienen con claridad en la rectoría, en el Consejo
Universitario, en el Poder Legislativo y en el Poder Ejecutivo. La autonomía no
puede ser un impulsor del desgobierno.
Salvo el “acarreo”
desmedido en los recorridos de la “candidata de la continuidad”, el resto del
proceso también mostró desinterés en muchos espacios académicos. Auditorios
semivacíos, ya fuera por falta de convocatoria de los directivos, la desidia de
alumnos por involucrarse en la toma de decisiones, docentes y personal
administrativo que se dejaban llevar por las redes sociales. El empezar de cero
poco o nada cambiaría en algo las campañas de las aspirantes. La autocrítica
que se exige a la rectoría saliente y a la interina, también cabría para
quienes hoy piden la reposición del proceso.