Los ánimos triunfalistas al interior del PRI, y en específico en torno a la candidatura de Enrique Peña Nieto, se han ido disipando con el transcurrir de las últimas semanas. En el tricolor lo que más preocupa no son los dislates de Peña Nieto, sino la engañosa declinación de Manlio Fabio Beltrones del pasado mes de noviembre. La insistencia de una posible sustitución de candidato ronda las posibilidades sin recato alguno. El poderoso senador no pierde oportunidad para hacer notar su liderazgo en el priísmo y confrontar sus ideas, sobre todo aquellas donde difiere con relación al originario de Atlacomulco. A él no lo den por muerto.
En las últimas 72 horas, tres columnistas distintos en tres diversos medios, han dejado entrever la posibilidad de que Peña Nieto pierda la ventaja de más de 20 puntos en las preferencias electorales que presumía en noviembre pasado. Héctor Aguilar Camín –salinista de cuño y columnista de Milenio-; Jorge Fernández Menendez –del diario Excélsior-; y León Krauze –en el periódico 24 horas- han enumerado las razones para que el mexiquense no se confíe, pero sobre todo, lo escrito por ellos suena a legitimar el súbito descenso dentro de encuestas que están próximas a conocerse tras “los errores de diciembre”.
En columnas profundas, críticas y analíticas se evidencian dos cosas. Por un lado, el blindaje mediático de Peña Nieto ha finalizado. La prensa nacional ahora lo desnuda, y lo cuestiona, le pone en entredicho su popularidad y su eficacia como gobernante. Y la segunda, pero no menos importante, que el desgaste de la campaña presidencial es inédito al ejercicio de su gobierno en la entidad, donde por cierto gozaba de dicho blindaje. La artillería pesada apenas se alista para detonar al más avezado de los aspirantes con camino a Los Pinos. En coincidencia, las plumas preguntan insistentemente, ¿resistirá Peña Nieto el desgaste de los próximos seis meses?.
La amenaza presidencial de regresar al dominio hegemónico del poder político es cada vez más pronunciada. Ayer Aristóteles Sandoval Díaz –alcalde de Guadalajara- fue designado como candidato del PRI a la gubernatura de Jalisco, un bastión electoral que tiene el PAN desde hace 18 años. Aristóteles es cercano a Enrique Peña, quien influyó decididamente para su unción como abanderado del tricolor en un territorio dominado por el Yunque, de la mano de su actual mandatario Emilio González Márquez. El priísmo peleará con todo por esa plaza, y hablamos en términos electorales, para que no se confunda con el argot del narco.
Donde las cosas parecen complicársele a Enrique Peña es en Morelos, donde el atlacomulquense apostaba todas sus canicas a favor del alcalde con licencia de Cuernavaca, Manuel Martínez Garrigos. Las fuerzas vivas del priísmo morelense han evidenciado malos y turbios manejos del edil priísta, con lo que el fuego amigo pretende descarrilar al delfín peñista, en otro bastión panista. Parece que las divisiones internas sólo son cuestión de tiempo, y la simulación electoral será el cobro de facturas tan acostumbrado, que harán valer el próximo mes de julio.