Para que no quepa duda cuál es la influencia del grupo político delmacista en el precandidato presidencial Enrique Peña Nieto, ayer con motivo del aniversario luctuoso de Alfredo del Mazo Vélez, hizo acto de presencia el vocero del aspirante priísta, David López Gutiérrez. El «chilorio power» está presente y muy cercano al peñismo, pese a las severas crisis que en materia de comunicación política ha enfrentado durante las últimas semanas el originario de Atlacomulco. López forma parte del círculo rojo de Peña Nieto, aunque al interior del grupo las fricciones cada día son más evidentes y agudas. No soportan entre ellos sujetarse a las órdenes de un igual, léase Luis Videgaray.
La aparición de López ayer en el evento encabezado por Eruviel Ávila no fue fortuito, ni casual, como nada en política. El ex vocero del Gobierno del Estado de México se hizo acompañar por su hijo David López Cárdenas, actual dirigente municipal del PRI en Metepec, y regidor de dicho Ayuntamiento, a quien promueve con insistencia como un aspirante a la legislatura local. El nuevo PRI que rememora el poder dinástico y hereditario. Las viejas fórmulas de la dictadura perfecta que rodean a un candidato que generacionalmente se presenta distinto, pero que apesta a naftalina.
David López entiende a la perfección el blindaje político y el tejido fino para proteger a Peña Nieto en los medios tradicionales. Sin embargo, permanece azorado, por decir lo menos, frente a las redes sociales, que han tundido a Enrique Peña Nieto. Su aprendizaje ha sido lento, y aunque los priístas pretenden revertir el daño hecho, no han logrado su objetivo por evidenciar los yerros de sus adversarios políticos. Faltan menos de siete meses para la elección. Habrá que esperar si la enseñanza llega antes de los comicios o se da a partir de una derrota en las urnas.
Otro delmacista que no se debe perder de vista, es el ex secretario de Comunicaciones Gerardo Ruiz Esparza. Uno de los pocos integrantes que duró los seis años en el gabinete del peñismo, y que sigue cercano al hoy candidato presidencial del priísmo. Ruiz Esparza no sólo es un hombre de confianza para Peña, es también pieza clave para aportar su experiencia electoral, en la que se incluye la derrota de Alfredo del Mazo González por la jefatura de gobierno del Distrito Federal, donde Ruiz fungió como coordinador de campaña del PRI que sucumbió frente al perredista Cuauhtémoc Cárdenas en 1997.
Ruiz Esparza permanece exiliado del Estado de México. Nadie olvida que Ruiz Esparza destapó a Alfredo del Mazo Maza, como su gallo a la gubernatura mexiquense. Tras el ungimiento de Eruviel Ávila como el abanderado priísta, Ruiz Esparza entendió su muerte política en la entidad. Hoy está en la antesala de Los Pinos, la misma que soñó cuando era el brazo derecho de Alfredo del Mazo González, desplazado en los tiempos y las circunstancias por Carlos Salinas, quien en su momento exilió al mexiquense con una embajada en Bélgica. Las formas no se han modificado un milímetro.
Las primeras 48 horas de precampaña han mostrado una sola sintonía. El ataque sistemático al puntero en las encuestas. No hay precandidato que no se haya subido al ring, haciendo mella de sus dislates, o en alusión al pasado priísta que en el imaginario colectivo acumula una muy mala reputación. La competencia apenas inicia y Peña Nieto ya no siente lo duro, sino lo tupido. Lo peor es que el más riesgoso de sus enemigos parece ser sí mismo cada que se expone ante la opinión pública.