Roberto Calleja se sacó la rifa del tigre al ser designado como secretario de prensa del Comité Ejecutivo Nacional del PRI. El ex coordinador operativo de Comunicación Social con Enrique Peña Nieto, y ex vocero de Eruviel Ávila Villegas durante la campaña a gobernador, será la cara visible en la defensa que haga el partido de su precandidato presidencial tan fuertemente vapuleado por su incapacidad de mencionar tres libros con autores, y su ignorancia sobre el salario mínimo vigente. Formado en la vieja guardia, Calleja buscará la autocensura mediática, y el blindaje de su candidato por su carisma por encima de sus atributos discursivos.
Luego de su incursión como vocero de la campaña de Eruviel Ávila a la gubernatura, Roberto Calleja operó fuertemente para convertirse en el sucesor de su anterior jefe David López, e instalarse como coordinador de Comunicación Social. No obstante, en el tramo final de las decisiones, el actual mandatario mexiquense se inclinó por designar a Raúl Vargas como su vocero al frente del Gobierno del Estado de México. A 90 días de distancia, Calleja cayó literalmente para arriba, pues la secretaría de prensa del PRI nacional significa mayor alcance que sus anteriores ambiciones.
Calleja es un hombre de todas las confianzas de David López Gutiérrez, el eterno vocero de Peña Nieto durante su gobierno. Entre López y Calleja construyeron la imagen del hoy precandidato presidencial a base de la compra amplia de infomerciales, una profunda spotización sobre sus acciones de gobierno y una enorme difusión de su vida privada en revistas del espectáculo y del corazón. Hoy, rota esa burbuja de protección los daños colaterales parecen inconmensurables. Ambos han sido incapaces de frenar la andanada contra el originario de Atlacomulco, y lo peor está por venir, advierten los opositores.
David López está muy cerca de tener en sus manos a un candidato presidencial, bajo su suprema asesoría, tras dos fallidos intentos con ex gobernadores mexiquenses. En 1987, la decisión presidencial de Miguel de la Madrid favoreció a Carlos Salinas, y se quedó en la orilla en la aspiración de Alfredo del Mazo González. En 1996, instalado en la secretaría de Gobernación, cuyo titular era Emilio Chuayffet, le estalló la bomba de la matanza de Acteal. Hoy, con 25 años a cuestas debería estar consciente que la candidatura no es garantía de llegar a Los Pinos. Los tiempos electorales en el país han modificado diametralmente, y las encuestas no son garantía de nada.
Lo que es innegable, es el control absoluto que ejerce Enrique Peña Nieto al interior de su partido. En el ejercicio de funciones como candidato de facto, el mexiquense decide los cargos en la estructura partidista. En esa circunstancia ya tiene enclavados a Ricardo Aguilar -compañero desde los años de diputado local en 2003-; a Miguel Ángel Osorio Chong -a quien conoció como gobernador de Hidalgo-; y ahora la llegada de Roberto Calleja, hace suponer que no será el último de los hombres de confianza del peñismo en el CEN del «partidazo».
Con insistencia se menciona la cercanía de Luis Videgaray Caso con Enrique Peña Nieto. Aunque para nadie es un secreto, que Videgaray no es un hombre de partido, razón por la cual le ha sido complicado asumir alguna cartera partidista, ni siquiera la de finanzas. A últimas fechas se ha venido especulando en la unción de Videgaray como presidente de la Fundación Colosio, posición desde la que promovería la plataforma electoral de su jefe en el camino a Los Pinos, que cada vez se vuelve más sinuoso de lo previsto.