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OFF THE RECORD 18-06-2024

Toluca, Edomex; 18 de junio de 2024.- Los ajustes al gabinete son una condición natural en cualquier gobierno. Los mandos altos y medios saben cuando llegan, pero nunca cuando se van. La salida de Andrés Andrade se da en medio de intrigas palaciegas que estuvieron presentes desde su arribo al círculo delfinista. Nunca fue bien aceptado ya sea por su falta de ascendencia entre la clase política mexiquense; o hasta por sus vínculos políticos con Audomaro Martínez. Para rematar, muy pronto se dio a conocer por sus excesos y su frivolidad. Le tendieron la cama desde muy temprano, y ayer renunció a su despacho.

 

La Seguridad Pública es la principal demanda para los mexiquenses desde hace más de 30 años, pero a los gobiernos estatales el tema les ha pasado de noche con tristísimos recuerdos institucionales. Desde el sexenio de Arturo Montiel, que prometía que los derechos humanos no eran de las ratas, y a la mitad del camino puso al frente de la Policía Estatal a Carlos Iriarte, que cuando llegó a la encomienda lo único que tenía de policía era el uniforme. Y remató con un Luis Rivera López, al que le sobraba voluntad, pero le faltaba mucho conocimiento.

 

Sobre mandos militares, los mexiquenses tienen una memoria que lamentar. En el sexenio peñista, arribó Wilfrido Robledo al frente de la Agencia de Seguridad Estatal (ASE) que terminó en una brutal represión policíaca en San Salvador Atenco. Tras su salida, el peñismo se encargó de administrar la inercia, y nunca se preocupó por tener una estrategia de combate a la delincuencia. Ahí, los feminicidios se dispararon, y los asaltos al transporte público se comenzaron a viralizar a través de todos los medios posibles. Se ocultó el problema debajo de la alfombra, para que las visitas vieran en él, un proyecto presidencial.

 

Con Eruviel Ávila, como en casi todos los rubros, ocurrió el mayor desmantelamiento institucional a la Seguridad Pública. Lo que comenzó como una Secretaria de Seguridad -al frente del tabasqueño (mismo origen que Andrés Andrade), Salvador Neme-; al final del sexenio concluyó como una Comisión Estatal de Seguridad, que encabezaba Eduardo Valiente. Fueron tan malos sus resultados, que la campaña delmacista tuvo como principal oferta electoral mejorar la seguridad pública en la entidad. La promesa se volvió a incumplir.

 

Con Del Mazo regresó el modelo de una Secretaría de Seguridad. Arrancó con una mujer de carrera policial, encabezada por Maribel Cervantes, quien pronto fue vinculada con Genaro García Luna, y debió abandonar el cargo a la mitad del sexenio delmacista. Heredó la silla a Rodrigo Martínez Celis, quien supo pasar por la invisibilidad de un cargo altamente mediático. Con una formación en temas de inteligencia, poco atendía los asuntos operativos. El tema de la seguridad no era prioridad, cuando lo importante para el sexenio era la entrega de dinero electrónico para miles de amas de casa. El fracaso tocó la puerta.

 

Hoy, Delfina Gómez tiene un desafío histórico por ser el primer gobierno de alternancia electoral. La Seguridad Pública forma parte de la agenda de prioridades. Diariamente, en su política de comunicación, se hace énfasis en la Mesa de Seguridad -que de forma recurrente es encabezada por la propia gobernadora-. Sin embargo, el combate a la delincuencia no es un mero asunto de voluntad política. Despedir en nueve meses al secretario de Seguridad, deja la impresión de que ya ha sido un año perdido. El expediente criminal no ha comenzado de la mejor manera para el delfinismo, con asuntos que marcarán la historia escrita al final del sexenio como Texcaltitlán.

 

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