Toluca, Edomex. 12 de agosto de 2015.- Ha pasado un mes de que se registrara la fuga de Joaquín “El Chapo” Guzmán del penal de máxima seguridad del Altiplano, sin que hasta la fecha existan indicios de su paradero. En el control de daños, el gobierno federal minimizó la cadena de errores a la línea de mando del sistema carcelario, y ha apostado más al olvido del caso. El gran fracaso del gobierno peñista es la evasión del narcotraficante, como símbolo de alta corrupción y de una deficiente gestión de crisis política. A un mes de su fuga, el gobierno permanece paralizado.
Aun cuando Miguel Ángel Osorio Chong salvó su encargo de la renuncia obligada, el Grupo Hidalgo ha mermado su margen de maniobra. Primero cayó Jesús Murillo Karam, por su nula sensibilidad y escasos resultados del caso Ayotzinapa. Ahora, Osorio enfrenta un desgaste mayor, sólo salvado por la anuencia política de Enrique Peña, que ha pretendido arropar a su círculo más cercano. Lo cierto, es que los hidalguenses han perdido gran margen de maniobra. Felipe Calderón perdió a su secretario de gobernación, Juan Camilo Mouriño tras el sospechoso desplome del avión, Enrique Peña parece haber sufrido el desplome de Osorio tras la fuga del Chapo Guzmán.
En un plazo de 20 días, el presidente Enrique Peña Nieto deberá rendir su tercer informe de gobierno con un gran descontento que alcanza a la estructura priísta. En una apuesta por recomponer su relación con el PRI, ha comenzado a desprender a su gobierno del cerrado Grupo Atlacomulco. En esa lógica se entiende el ungimiento de Manlio Fabio Beltrones como próximo dirigente nacional del tricolor. La interlocución entre Beltrones y Peña Nieto correrá a cargo de Carolina Monroy. De esa forma, Enrique ha abierto la baraja sucesoria presidencial, pero se equivocan quienes piensen que la decisión ya está tomada a favor del sonorense.
Lo que resta, muchos esperan y parece obligado, es generar una serie de cambios al interior de su gabinete. Demasiado se especula de las posiciones que deben renovarse. Los casos que parecen irrefrenables son Emilio Chuayffet, el exgobernador mexiquense y hoy secretario de Educación, siempre desplazado de su responsabilidad por el subsecretario de Gobernación, Luis Miranda, en casos como el IPN y la CNTE. Sobran los escenarios que dan en automático que Aurelio Nuño, el jefe de la oficina presidencial, estaría en condiciones de brincar al escritorio de José Vasconcelos. Y para desactivar la injerencia de Miranda, hay quien lo ubica en la dirección general del ISSSTE.
Otro factor que parece renovable es Rosario Robles. En la estratégica Secretaría de Desarrollo Social, nadie descarta que Peña Nieto pudiera llevar consigo a un aliado político y abrir aún más la suerte de aspirantes presidenciales. Desde Luis Donaldo Colosio hasta Josefina Vázquez Mota, la política asistencial siempre ha sido una carta que puede convertirse en el impulso electoral necesario. Lo difícil no parece remover a Rosario, con quien ya se ha pagado la factura, sino en quién repensar para esa posición.
Mercedes Juan, es la integrante del gabinete de más bajo perfil y menos cercanía con el peñismo. Su salida seria imperceptible cuando por delante viene la reforma de salud. La apuesta peñista podría inclinarse por rescatar a José Narro, quien concluye su mandato como rector de la UNAM en noviembre próximo. Narro ya fue integrante del gabinete del priísta Ernesto Zedillo, por lo que imaginarlo en la estructura gubernamental no resulta extraño ni imposible.
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