Toluca, Edomex; 11 de
noviembre de 2025.– Otra vez Texcoco como epicentro político del Estado de México.
Ayer, desde la cuna de la clase gobernante que hoy está en su pináculo, se dio
la bienvenida a Carlos Enrique Samaniego López, quien hoy tomó posesión como Obispo
de Texcoco. Porque sí, no hay distinción entre los gobiernos neoliberales y los
progresistas. El poder político asume necesario tener vínculos sólidos con el
poder eclesiástico. Y el clero católico, a su vez, se siente cómodo con su
cercanía hacia las élites políticas. Ahí, donde la línea divisoria del estado
laico se vuelve prácticamente imperceptible.
Carlos Enrique Samaniego
López nuevo obispo de Texcoco, se formó en el seminario de Tlalnepantla. Inició
su carrera sacerdotal hace casi 25 años. Tiene una relación cercana, lo mismo
con el expriísta Eruviel Ávila que con el morenista Higinio Martínez. Desde el
pasado mes de agosto, el papa León XIV lo nombró quinto obispo de la diócesis
de Texcoco. El evento católico estuvo arropado por la clase gobernante,
encabezados por la mandataria Delfina Gómez. La forma es fondo; hoy la diócesis
de Texcoco pesa más que la de Atlacomulco.
Lo que ya resulta
inocultable es la ruptura entre Higinio Martínez con Horacio Duarte. Cada vez
de forma más abierta, Higinio ha decidido apartarse de la aparición pública.
Ayer, en Texcoco, estuvieron los actores políticos más identificados con los
Mexiquenses de Corazón, pasando por la senadora Sandra Luz Falcón; el alcalde
Nazario Gutiérrez, el secretario general de Morena, Adán Gordo; la diputada
local, María José Pérez Domínguez. El gran ausente: Higinio Martínez, quien no
deja pasar la oportunidad para acentuar la autocrítica al gobierno morenista.
Aunque mantiene respeto con Delfina Gómez.
Dentro de doce meses, a
finales de 2026, vendrá una etapa definitoria hacia las elecciones intermedias.
Es ahí, en esos tiempos políticos donde a Higinio Martínez le gusta incidir en
las candidaturas de alcaldes y diputados federales y locales. Más allá de sus
malquerientes y de sus diferencias con Horacio Duarte, será un parámetro para
medir su ascendencia política en el gobierno morenista. Y también, para
Horacio, reconocer su capacidad para articular a todos los grupos políticos en
los comicios venideros. El peor enemigo de un morenista es otro morenista; ese
puede ser un factor para triunfar o salir derrotado.
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Cristina Ruiz ha
comenzado a articular su relación con los viejos caciques del priísmo
mexiquense. También los liderazgos de siempre han comenzado a ser reclutados
para contener la expulsión y renuncia masiva de su militancia. El fin de semana
pasado, se reunió con íconos del montielismo de la zona norte como Gustavo Cárdenas,
Javier Jerónimo Apolonio y Juan Manuel Martínez Nava. Ayer, dio un cargo de menor
relevancia a Braulio Álvarez, el hijo político pródigo de la exalcaldesa Martha
Hilda González.
Donde aún no logra la
reconciliación es con el exgobernador Arturo Montiel, los exdirigentes
estatales Isidro Pastor y Ricardo Aguilar; y el alcalde en funciones que sueña
con la presidencia priísta, Mario Santana.



