Juan Carlos Núñez Armas*
El líder o la lideresa políticos son aceptados por amplios sectores de la población. Su liderazgo suele construir una relación afectiva e identificación con sus seguidoras/es quienes les valoran en cuanto seres humanos, con todas las características que esto implica: les expresan muestras de afecto, les aplauden, quieren la foto del momento, quieren tocarlas/os. Para las/os seguidoras/es parecen tener un aurea divina, les atrae su presencia, les provoca emociones, es como una comunicación del yo con las/os otras/os.
En los últimos días hemos sido testigos, en la gran mayoría de los municipios, de los actos protocolarios de “toma de protesta”, con las/os nuevas/os presidentas o presidentes y sus cabildos. A estos actos han concurrido la élite política, social, económica, así como ciudadanas/os comunes que creen en sus autoridades y gustosas/os acuden a vitorearlas. Vimos de todo. Los partidos políticos envían a sus más altas/os representantes para mostrar el apoyo a sus ediles. También hay quienes hacen el vacío, como el caso de Ecatepec, donde el gobierno del Estado envió un subsecretario (a quien el alcalde hizo secretario), no obstante ser el municipio más poblado de la entidad. Anécdotas como ésta son los símbolos y mensajes entre líneas que suelen enviarse los políticos.
Los discursos fueron variados y, la verdad, resultaron interesantes. Desde las características del lenguaje y los contenidos para tratar de empatizar con sus públicos, pasando por el planteamiento de objetivos claros, hasta quien confundió el acto con un informe más de gobierno. No faltó quien sólo expresó buenas intenciones de llevar a cabo las acciones que su antecesor no siempre pudo cumplir. El extremo, el reclamo de las condiciones administrativas en que recibirán los municipios, con deudas o falta de pagos y hasta falta de transparencia y rendición de cuentas.
Quiero referirme principalmente al carisma mostrado por estas/os lideresas y líderes políticas/os. Característica que denota su astucia, sagacidad, pragmatismo, agilidad mental, inteligencia política confianza en sí misma/o, juventud y sinceridad que parecen tener las/os presidentas/es entrantes.
Para la autora Blanca Deusdad, del departamento de teoría política de la Universidad de Barcelona, el carisma es el conjunto de atributos, excelentes y extraordinarios, que debe mostrar un líder, para que las/os ciudadanas/os confíen en las decisiones que toman y se obedezcan sus mandatos, sobre todo en aquellos males que afectan a los municipios.
Así, el carisma parece estar relacionado con un don divino, y cita la autora a Weber, estudioso del carisma, para señalar que esta cualidad es capaz de provocar un cambio social. Lo preocupante sería entonces la burocracia que acompañará a cada una/o de estos nuevos liderazgos y enfatiza tres cualidades que le son propias: 1) es una cualidad percibida y construida a través de otras/os, es única y no es igual para todas/os; 2) cualidades de valores sobre humanos, algo así como inspirados por dios o por chamanes: 3) el liderazgo, permite la dominación del o la líder o lideresa sobre las/os adeptas/os, lo que le da reconocimiento y legitimidad. En suma, se trata de provocar una efervescencia colectiva, una fusión entre líderes y sus seguidoras/es.
Los consultores de imagen se notan en todos los eventos, para hacer ver a sus clientes como carismáticas/os, capaces de gobernar y ordenar el mundo en que viven, mostrar que la sabiduría se conecta con lo divino central de la existencia humana. Incluso teatralizan, diseñan una imagen exterior, vigilan su indumentaria, su oratoria, que parezca auténtico, que sea original y singular. Así la imagen se convierte en el juicio de las/os ciudadanas/os, le otorga confianza y proyecta la capacidad de actuar y competir.
En estos tiempos de angustia permanente por diversas crisis, se apuesta porque el carisma sea el elemento que pudiera tranquilizar multitudes. Si lo ponen al servicio de las ideas ayudan al proceso de racionalización, que hacen considerar al líder o lideresa apto/a para el cargo y que sea aceptado como representante. Esto les permite mantener su techo electoral y captar nuevas/os simpatizantes. Por otro lado, ante la falta de credibilidad en los liderazgos políticos y su incapacidad para crear soluciones, las/os ciudadanas/os han encontrado proyección trasladando su atención en la supervivencia del planeta, la erradicación del hambre, los derechos humanos y la antiglobalización.
Sin duda, el carisma es capaz de adoptar aquella ilusión de esperanza al seguir hablando de las cosas comunes en los municipios. Centrar el debate de una sociedad que puede contribuir a solucionar los males que nos aquejan, como dice mi profesor Gutiérrez Rubí “los líderes relevantes serán los que recuperen la ilusión colectiva”.
* El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
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