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El Manual de Maquiavelo

El compromiso del spot   Francisco Ledesma   La semana que concluye el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación eximió al gobernador Enrique Peña Nieto de cualquier responsabilidad en la trasmisión de spots –de su quinto informe de labores- que tuvieron un alcance nacional, y de lo cual culpó a las televisoras –Televisa y TV Azteca- de llevar más allá del Estado de México la emisión del mensaje.   Una resolución irrisoria, si se considera que los spots que se trasmiten a nivel estatal o nacional tienen por sí solos un costo diferenciado, pero cuya decisión jurisdiccional se entiende en el campo de lo político. Una amplia negociación del equipo cercano al mandatario mexiquense dio reversa a lo que pudo ser una sanción ejemplar en contra de lo que debiera considerarse un delincuente electoral, pero la gravedad aparte de la impunidad, debiera centrarse en que no es el único gobernante que hace uso del erario público para tales fines.   El asunto no es menor. Es innegable, con dolo o sin él, que la imagen de Peña Nieto es la más difundida en el país durante los últimos cinco años, ya sea a partir de la spotización de su gobierno, o bien al subterfugio informativo de difundir su vida privada a partir de su relación sentimental con La Gaviota. Literalmente a Peña Nieto se le encuentra hasta en la sopa, pero no es un caso aislado, por el contrario, es la forma recurrente de la vida electoral en el país.   Apenas el año pasado, Marcelo Ebrard desplegó diversos espectaculares en Toluca, con motivo de su cuarto informe de gobierno. Tan sólo en este año, los informes de los priístas Ney González –de Nayarit- y Miguel Ángel Osorio Chong – de Hidalgo- tuvieron una promoción nacional. Lo mismo ocurrió en los spots difundidos por el panista Emilio González –mandatario de Jalisco-.   Sin distingo partidista, como los propios gobernantes pregonan, la práctica de influir en la política nacional es una acción incesante. El empoderamiento de la televisión alimentado por los políticos se explica en el reconocimiento que da aparecer en la pantalla. La interminable búsqueda de escaños políticos –que ofrece el entramado del sistema político mexicano desde alcaldías hasta curules senatoriales y la silla de Los Pinos- da como corolario que quien hoy es diputado piense en ser alcalde, y viceversa. Por tanto, el posicionamiento electoral del político es una tarea que se hace, y se busca todos los días.   La ley electoral, encaminada a evitar la promoción personal de gobernantes a partir de sus acciones en la administración pública, se encuentra en la encrucijada que da el subterfugio de las gacetillas informativas. Mientras los partidos políticos se acusan mutuamente de invertir cifras millonarias en el mosaico mediático, y de violar flagrantemente la legislación en la materia, existe la posibilidad de comprar entrevistas, y otros productos “periodísticos”.     Encajonados en un fraude hacia las audiencias, los medios de comunicación son parte de esta componenda. Pululan los medios impresos que publican boletines de instancias de gobierno que se entremezclan entre la información periodística –producto de una investigación o del reporteo del día a día-. Los medios electrónicos, construyen campañas que promueven las tradiciones del país, y rematan con una entrevista a modo de sus clientes potenciales: los gobernadores.   Se adolece de una autocrítica que restituya la credibilidad entre los medios de comunicación. Mientras que los políticos permanecen en su zona de confort, en la rebatinga del poder. En ese gran entramado de interés económico, los medios de comunicación –en tanto que son empresas- buscan por encima de su responsabilidad social su beneficio monetario.   Las autoridades electorales, marginadas en su actuación, quedan rebasadas por lo que realmente aparece en la pantalla, se escucha en la radio, y se lee en los impresos. Estamos frente a una información, a veces tan distorsionada, y otras tantas tan inducida, que difícilmente se puede aspirar a un avance democrático significativo que nos lleve a elecciones libres, equitativas y participativas.   Esa es una de las tantas razones, por las que la elección de julio próximo, se decidirá por la coacción del voto, la repetida práctica de la compra del sufragio, el acarreo como una tradición, y los medios de comunicación como legitimadores de una farsa.   La tenebra   El equipo de campaña de Eruviel Ávila se fortalece, se agrupan nuevos liderazgos día a día. Lo que falta, sin duda, es el equilibrio de equidad de género. Hasta ahora no se han dado visos de que en los distintos niveles de responsabilidad que ha repartido el virtual candidato priísta para su actividad proselitista se distinga al menos a una mujer. Eso robustece la idea de que la reforma de las “juanitas” es urgente y necesaria que avance, y que es muy probable que haya un freno con ventarrones mexiquenses que la haya impedido.  

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