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El Manual de Maquiavelo

El beso de Judas

 

Por: Francisco Ledesma

 

El Grupo Atlacomulco se encuentra herido de muerte. La designación de Eruviel Ávila como candidato de facto del priísmo, ha dejado una zanjada y profunda cicatriz para quienes nunca pensaron entregar el poder, para quienes siempre lo consideraron como un mecanismo de control dinástico. Desde Isidro Fabela hasta Enrique Peña Nieto, pasando por Alfredo del Mazo Vélez, Salvador Sánchez Colín, Alfredo del Mazo González, Arturo Montiel Rojas y Carlos Hank González, este último considerado el verdadero “hijo adoptivo”.

 

Las primeras horas del sábado 26 de marzo, fueron para Toluca y Atlacomulco de un dramatismo absoluto. El domingo 27, día de la unción del “vidriero” de Ecatepec, estuvo marcado por un rostro fúnebre reflejado en el ceño de Alfredo del Mazo; y una dominante incertidumbre para Ernesto Nemer, que parecía no superar lo sorpresivo de la decisión. En el fondo, el delmacismo y la clase libanesa, ven en Eruviel una amenaza a su red de intereses que se enmarcan en detentar el control y el poder político, que se erige simbólicamente en el Palacio de Gobierno de la capital mexiquense.

 

Y quizá, la maquinaria electoral tan robusta con la que cuenta el priísmo mexiquense sea suficiente para que Eruviel se levante victorioso el próximo 3 de julio. Pero no será lo único que requiera para legitimarse, para ello sin duda, necesita de los ex gobernadores y su peso político en el entramado estatal. A la muerte de Carlos Hank González y la pérdida del control presidencial priísta, los ex mandatarios dominan cotos de poder que van desde Valle de Bravo con Pichardo Pagaza hasta Atlacomulco con Del Mazo González.

 

Legitimación debe ser sinónimo de aceptación, de reconocimiento a un liderazgo, que alguien ajeno al grupo político dominante difícilmente podrá ganarse por acción divina, o por repetición del machacado discurso que se vuelve monótono y llama al hartazgo, en el sacrificado cobrador de autobuses de pasajeros, pasando por el vidriero, y el estudiante que hizo su servicio social en el Ayuntamiento de Ecatepec.

 

Eruviel debe entender, que no es un deportista al que se le aplauda por sus logros –como ocurre con un futbolista y sus goles-, es un político al que se le exige por su responsabilidad, y porque su sueldo no lo pagan sus patrocinadores, sino los impuestos de sus electores. Pero queda claro, que Eruviel no podrá solo, requerirá que el dedo divino que lo iluminó, lo acerque, lo apapache, y lo presente en sociedad o al menos ante la clase política.

 

Esa figura que puntea encuesta tras encuesta, en la carrera electoral del 2012, pero que hoy es visto como el apóstol traidor, que besó a un grupo distinto, que entregó el poder que se detentó por cerca de ocho décadas, y de cuya tradición él fue benefactor. Pero no sólo traicionó a una región geográfica, sino a su propia sangre, por mucho que en el escenario de la legitimación se vea como un político innovador, que teje fino, aunque en el tramo final, lo cierto es que el proceso de selección se le enredó en demasía.

 

A cambio no obtuvo monedas de oro, sino que se vacunó frente a la mayor amenaza de Malova que lo acechaba con entregarle el poder al mismo personaje pero enfundado de un color distinto. Traidor que amenaza a traidor, no lo es, diría el presagio del melodrama político mexiquense.

 

En esa lógica de condiciones, parece que el mandatario estatal ha dado un nuevo paso hacia Los Pinos, una ambición prodigiosa, que se le ha negado al Atlacomulco Power. Nunca estuvo tan cerca. Falta por ver la capacidad de cicatrización, para que no termine ahorcado como historia bíblica después de haber “traicionado” a su tío, y principal asesor político en su trayectoria profesional.

 

La tenebra

 

El último presidente de la Federación Nacional de Municipios de México (FENAMM) que contendió por una gubernatura fue Jesús Vizcarra, quien le heredó el hueso a Eruviel Ávila. Vizcarra compitió –bajo el cobijo de Peña Nieto y el Chilorio Power- por el estado de Sinaloa, en cuya aventura electoral sucumbió frente al senador ex priísta Mario López Valdés –apoyado por sus compañeros de bancada Manlio Fabio Beltrones y Francisco Labastida Ochoa-.

 

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