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El Manual de Maquiavelo

El Virreinato

Por: Francisco Ledesma

Con la caída del presidencialismo priísta, se experimentó una hecatombe en el partido que detentó el poder por un periodo de 71 años. Un golpe letal hizo añicos el poder unívoco que tenía el Presidente de la República para dominar los aspectos públicos y privados de la agenda nacional. Era esa figura presidencial quien nombraba gobernadores, diputados, alcaldes, senadores, dirigentes de su partido, y mantenía injerencia en otros ámbitos supuestamente autónomos como el Poder Judicial.   Las decisiones del Presidente de la República resultaban incuestionables. Ese mal chiste, vuelto en una verdad absoluta, donde el Presidente preguntaba la hora, y los subordinados contestaban al unísono: ¡La hora que usted diga! dan muestra del tributo que se le rendía. Eran seis años de una monarquía de abundancia, de despilfarro económico y de un inconmensurable poder político. Era una dictadura perfecta, como describió Vargas Llosa, depositada en la figura de un rey sexenal, que además contaba con la honrosa posibilidad de decidir a quién heredar su cargo.   Sin embargo, ese poder magnánimo de pleitesía no se murió, esa energía como si se tratase de una ley de la física, sólo se transformó y fue adquirida por los Gobernadores, en donde el PRI mantuvo, mantiene o recuperó el poder durante los últimos 11 años que ya se cuentan de alternancia política. Todos le llaman el número UNO. Hoy como ayer, los gobernadores toman las decisiones unívocas, se han convertido en los verdaderos virreyes, y en ese entramado de dinastía monárquica, es el virreinato del Estado de México el más preciado, el más poderoso que hoy se juega un futuro inédito.   El virrey en turno está por tomar la difícil decisión de su sucesor. Los caminos indican que su primo, el mejor ubicado en las encuestas, y dada su afinidad sanguínea será el elegido. No sólo eso, también le garantiza lealtad absoluta frente a cualquier escándalo, por muy abrumador que sea, como ocurrió hace ya seis años con el anterior virrey Montiel, quien depositó el poder en su sobrino. Pero a cambio, obtuvo inmunidad frente a una vorágine de desprestigio por su abultado y casi inexplicable enriquecimiento patrimonial.   Sin embargo, la disyuntiva del virrey mexiquense, es la pretensión de volver a ocupar la monarquía que alguna vez detentó la familia revolucionaria, y que están obstinados en volver a ocupar. Con las mismas formas, con los mismos vicios, con un régimen anquilosado, que sufre de estertores pero se niega y resiste a morir, con nuevas caras y una piel que se vuelve falsa, porque en su interior renace y vive el mismo dinosaurio que con tanta animadversión movió el voto útil del año 2000.   Puntero de las encuestas, el virrey convencido está en que puede ser monarca, pero le faltan dos condiciones fundamentales para alcanzar esa ambición política, que sus cercanos le llaman aspiración, para que no se piense que sólo se busca el poder por el poder como lo hacen las alianzas espurio-legítimas equiparadas con el crimen organizado.   La primera condición, es garantizar que su delfín político triunfe pese a las coaliciones electorales que se construyen paso a paso. Y la segunda, quizá la más difícil, evitar que los demás virreyes de su partido se opongan a la posibilidad de volver a Los Pinos, celosos de compartir el poder absoluto que ahora detentan en sus feudos, y atemorizados de que el nuevo monarca pueda, mediante decisiones autoritarias, defenestrar a los virreyes y tomar el control absoluto de un statu quo, que hoy parece dócil para todos.   La tenebra   Mientras en la UNAM, estudiantes y trabajadores se oponen a que el senador y ex candidato presidencial Francisco Labastida dé una conferencia por su ideología neoliberal, y existe un total rechazo a que desde la universidad pública se abran licenciaturas o posgrados encaminados a crear necesidades mundanas, cuyo corolario sea el fomento de las prácticas del capitalismo; en el Estado de México, su universidad pública presume la nueva Licenciatura en Mercadotecnia. Sin duda, hay virreinatos que lo contaminan todo, incluida la educación.

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