Contra la resistencia
Francisco Ledesma
El principal reto que tiene por delante Enrique Peña Nieto es ejercer la Presidencia Democrática, a la que de buena fe se comprometió a sabiendas que dentro de su propio partido enfrentaría las mayorías resistencias. Son muchos los grupos de poder que ya avizoran la reinstauración del viejo régimen, quienes desde las Legislaturas y otros poderes fácticos, presionan lo suficiente para evitar que las cosas cambien, y se atente contra lo que es suyo.
En una anterior entrega, con fecha del 25 de mayo – http://bit.ly/OxsCvo – hice referencia a la necesaria democratización de los medios de comunicación, y que el propio Peña Nieto dilucidó con la creación de una instancia reguladora de la asignación de propaganda oficial.
De concretarse la idea, sería un avance sustancial pero deberá ir acompañado de criterios en la asignación de recursos públicos, transparencia de los mismos, y es ahí donde el candidato presidencial –casi electo Presidente- podría enfrentar a uno de sus principales fantasmas: las televisoras.
Antes, se llegó a decir –en voz de Emilio Azcárraga Milmo- que Televisa era un soldado de Televisa. En los últimos años, los presidentes han sido soldados de Televisa. Convertidos en un poder fáctico inconmensurable, las televisoras han arrodillado a los gobernantes, y han recibido una serie de canonjías irreparables que han lacerado los intentos por democratizar los medios.
Ahí están los ejemplos de Vicente Fox, con el famoso decretazo con lo que les quitó una enorme carga fiscal de tiempos oficiales a televisoras y emisoras radiofónicas. El panista también legitimó el arrebato de TV Azteca sobre el Canal 40 a manos de un comando armado pagado por Ricardo Salinas.
Felipe Calderón desdeñó la apertura de una tercera cadena televisiva, y respondió a los intereses de Azcárraga Jean. En la parte final de su sexenio ha aprobado una alianza crucial entre Televisa y TV Azteca para su entrada al mercado de la telefonía celular – http://bit.ly/MEvbXA -. Les ha dado la llave para que conformen de facto un monopolio en el sector de las telecomunicaciones. Televisa tiene una robustez temible para muchos.
Ese sin duda será uno de los grandes retos para Peña Nieto. No se trata de confrontar, ni de arrebatar. Lo que se debe emprender es una apertura mediática que permita a los pequeños productores y medianos empresarios, espacios de difusión electrónica. En la medida que haya más ofertas televisivas, los contenidos entrarán en franca competencia, y su relación con las audiencias deberá apostar a la calidad por encima de la uniformidad.
Ha quedado demostrado que cuando el duopolio televisivo ve amenazados sus intereses usa la pantalla, a sus comunicadores y sus medios para hacer campañas de “linchamiento” contra personas o instituciones. De las más recientes se recuerda la campaña emprendida contra el IFE, derivado de la ley electoral de 2007 aprobada por legisladores, y que impidió a partidos y candidatos contratar espacios en radio y televisión.
Lo que debe quedar claro, es que Televisa y TV Azteca tienen bajo su responsabilidad concesiones de canales televisivos, y no un “cheque en blanco” que les permita actuar con total impunidad. La libertad de expresión que tanto defienden, es una argucia para chantajear autoridades o destruir adversarios, la cual tiene límites en tanto que ningún derecho humano es absoluto. Entrar en esa lógica de su poder fáctico es sucumbir ante el intento de poner orden.
Sin ambages, las concesiones pueden ser revocables ante un uso inadecuado. En esa medida, sin autoritarismo pero sí con autoridad, el Estado Mexicano está obligado a abrir el abanico de posibilidades informativas. Peña Nieto enfrentará el reto de democratizar los medios, y ponerlos en la sintonía que exige el siglo XXI. No más monopolios, ni acumulación de poder. La concentración mediática que padecemos ha limitado nuestras libertades.
Pero las televisoras no serán las únicas resistencias que enfrentará el futuro Presidente de México –si los resultados y la validación de los comicios lo confirman-. La telebancada, que ya no sólo cabildea, sino que opera políticamente y ejerce su voto legislativo, parece una nueva herramienta de empoderamiento hacia las televisoras. El reto parece abrumador.
En la calidad de la democracia se debe privilegiar una amplia oferta comunicativa que apuesta por la pluralidad de los espacios. El Estado Mexicano tiene las condiciones y posibilidades para extender su espectro televisivo, frente a una sociedad que lo exige y lo merece. Democracia no sólo representa votar en cada elección, la democracia pasa por la posibilidad de generar condiciones de equidad, de libertad de expresión y derecho a la información.
El ejercicio del poder no puede basarse sólo en meras buenas intenciones. Es necesario hacer lo urgente para bien de muchos, y no privar de lo deseable por el bien de unos cuantos. Eso sería un avance democrático.
La tenebra
La cuenta regresiva de Calderón parece inevitable. El balance de su gobierno es totalmente adverso para sus contrarios y su propio partido. Su pesadilla se volvió realidad.
