Del voto útil a la utilidad del voto
Francisco Ledesma
El próximo 1 de julio, los mexicanos tendremos la inmejorable oportunidad de acudir a las urnas, tomar las calles, y votar por el próximo Presidente de México. Es hasta ahora, en nuestra insufrible y perfectible democracia, el acto más importante de participación ciudadana, no acudir a él es renunciar a un derecho irrefutable y dejar que las viejas y malas mañas se impongan, es permitir que los partidos decidan por nosotros, aun cuando somos mayoría.
En un periodo de diez horas, los mexicanos podríamos jugar el futuro de los próximos, no sólo seis sino doce años, dado los niveles de alternancia política experimentados en estados y municipios durante las últimas dos décadas. La decisión que está en juego el 1 de julio, es nuestra y es irrenunciable, por lo que resulta inadmisible que por apatía, omisión o negligencia, la elección del próximo Presidente de México la deleguemos a intereses ajenos.
El abstencionismo no demuestra en lo absoluto un rechazo a los candidatos y sus partidos. Abstenerse de votar implica que el clientelismo y corporativismo se impongan en la elección de autoridades. Es transferir nuestro deber para que los propios partidos –con sus estilos ya conocidos- movilicen el voto cautivo a base de una cuota clientelar. Dejar de votar significa que el corporativismo se sobreponga a la voluntad popular.
La abstención de votantes mantiene sin cuidado a los partidos y sus candidatos. La lucha de ellos es por el poder. Los ciudadanos deberían tomar su propia bandera y votar por la mejor propuesta, por el candidato que los convenza, a partir del contraste, la comparación, la información. No estamos en un concurso de simpatías, sino en la decisión de quién conducirá el destino del país para los próximos seis años. Es un tema de capacidades y voluntades.
Abstenerse no resuelve nada. Votar si puede cambiar las cosas, si la participación ciudadana es copiosa, inédita, audaz, quien gane y quien pierda voltearán a ver ese comportamiento en las urnas. Por el contrario, mucha de nuestra apatía permite al poder político y sus actores, actuar con permanente impunidad, en la burbuja de la egolatría, sin atender los problemas de la agenda pública, y ocupándose únicamente de los intereses de grupo.
Hace tres años, la promoción del voto nulo hizo eco entre el electorado. Pero la nulidad del sufragio trajo deleznables resultados que están a la vista. La autoridad permaneció inerte. En su zona de confort, y confiados en que su trabajo electoral acostumbrado es suficiente para imponerse en las urnas. El voto de nulo es tan semejante como quedarse a ver el partido de fútbol y rechazar el derecho de expresarse, de manifestarse, de posicionarse.
Anular el voto tampoco fija rechazo a los partidos y sus candidatos. En su mayoría siguen la lógica de una democracia reducida, cautiva y marcada por su voto duro. Ante la apatía de salir a votar, difícilmente se abren otras posibilidades de participación social. Votar el 1 de julio resulta la mejor manera de expresarse. Votar el 1 de julio implica fijar postura con lo que se está de acuerdo, o con lo que se debe cambiar en el país. Aceptación o rechazo.
Frente a las manifestaciones vistas en las calles, en las redes sociales, y otros espacios de la vida pública, hoy más que nunca se vuelve imprescindible salir a votar. Debemos pasar del voto útil a la utilidad del voto, reconocer que el voto representa esa herramienta de cambio, ese mecanismo de participación que implique para los políticos un llamado de atención, un despertar de la población, y se convierta en la primavera mexicana que tanto anhelamos.
Hoy muchos advierten campañas electorales alejadas de la población, otros sectores aseguran que son inequitativas. El despilfarro económico es una lamentación proceso tras proceso. Y pese a los desencuentros de lo que son hoy nuestras campañas, la participación social es mínima, insuficiente para el nivel de país que exigimos, pero del que rechazamos participar en las grandes decisiones políticas que tenemos enfrente.
Muchos años y vidas costó llegar hasta el lugar donde hoy nos ubicamos. Y hoy, en medio de movimientos como el #YoSoy132 y otros llamamientos sociales resulta inaceptable el alto abstencionismo que se registra en las urnas elección con elección. Hoy se vuelve obligatorio votar, y evitar quejarse de los resultados electorales, haciendo de nuestro voto algo útil.
Para evitar que el 2 de julio nos levantemos con la frase –casi patentada por el IFE- del “te lo dije”, es mejor votar el día de la elección. Más allá de simpatías, ideologías, animadversiones o fobias hacia los políticos, lo que es un artífice de nuestra democracia es el voto, y hay que depositarlo sin excepción.
Para no quejarse del resultado de la elección, es inmejorable hacer del voto algo útil. Todos a votar el próximo 1 de julio.
La tenebra
Tenemos elecciones muy costosas, y aun así hay quien no dimensiona el valor de su voto.