El estadio medio lleno o medio vacío
Francisco Ledesma
El error logístico de Josefina Vázquez Mota del pasado domingo que la enfrentó a pronunciar su discurso de toma de protesta como candidata presidencial ante un estadio semivacío, desató el escarnio público y los ataques políticos de inmediato. La panista fue presa de una vorágine mediática en su contra que la exhibió, y que dejó entrever cuál será la tónica de las campañas electorales que están por comenzar: Hacer bulla de las banalidades entre los candidatos.
Tan pronto como se vació el Estadio Azul, con esa misma rapidez las redes sociales crucificaron a Vázquez Mota. La agenda pública culpó del error garrafal a la novatez de Roberto Gil, que en menos de un sexenio ha sido subsecretario de gobernación, diputado federal, secretario particular del Presidente, coordinador de la abanderada presidencial, y tiene asegurada su curul en el próximo Senado de la República. Josefina y Gil sufrieron tanto como Peña Nieto y Videgaray aquellos aciagos días tras su presencia en la FIL de Guadalajara.
Pero los panistas, esperaron pacientes y buscaron la paja en el ojo ajeno. Y la encontraron de inmediato, cuando Enrique Peña –durante su toma de protesta- leyó su discurso a través de un teleprompter. Una circunstancia por demás recurrente, sobre todo en quienes seguimos a Peña Nieto desde sus informes de gobierno, pero que hizo mella frente a una acusación recurrente en los círculos opositores al de Atlacomulco: su incapacidad para improvisar.
Las redes sociales de nuevo colapsaron. El teleprompter fue el tema de discusión, lo mismo en las caricaturas políticas y editoriales que con agudeza critican al puntero de las encuestas. Al quite de esa nueva andanada de burlas hacia Peña Nieto entró Luis Videgaray –el otro coordinador que a la vuelta del sexenio ha sido secretario de finanzas, diputado federal, dirigente estatal del PRI y coordinador de campaña de Eruviel Ávila-, que justificaba el uso del teleprompter. El debate distractor estaba en el escenario electoral.
En ambos casos, con la dimensión que ameritó cada situación, se requirió de un incesante control de daños. Los equipos de campaña y sus estrategias en el desgaste por evitar una caída en las encuestas, o aminorar una imagen negativa en lo que los medios de comunicación difunden. La cosecha de votos como parte de una rutinaria actividad que correrá con mayor vertiginosidad en los meses por venir. Y un abstencionismo que encuentra ahí su razón de ser.
Hasta el día de hoy -quizá por el entramado complejo de la nueva ley electoral que prohíbe la enunciación de propuestas por parte de los candidatos-, pero se siguen escuchando discursos huecos. Nada en concreto, sólo buenas intenciones, de lo cual está lleno el camino al infierno. La discusión se centra en quién se equivoca, quien omite, quien niega o afirma tal cosa.
Los lugares comunes inundan las planas de los periódicos. Candidatos que hablan de los qués, pero siguen sembrando dudas sobre los cómos. No hay hasta ahora confrontación de proyectos, ni siquiera a nivel de estatutos si tan prohibido está el hacer propuestas. No hay comparación de sus ideas, de sus logros o desaciertos. Lo que prolifera es la estigmatización del oponente, por su lugar de origen, por su género, por su educación o formación religiosa.
Poco se dice de quiénes son, y quiénes los rodean. Que nos espera frente a la oportunidad de uno u otro partido político. Parece que el centro del debate es si merecemos alguien guapo o alguna mujer. Y los medios de comunicación en mucho contribuyen a esa banalización política. Es ahí donde se encuentra la desazón social y el desencanto para no participar en la elección. Frente a ello, los intentos de fomentar el voto son insuficientes y estériles.
Los mexicanos hasta hoy, no tenemos criterios suficientes para saber cuál es la mejor opción y por qué. Los partidos políticos están obstinados en distraer la atención, y atacarse los unos a los otros. Miente quien dice no caer en provocaciones, porque en casa convive con los famosos «perros de rancho» –aquellos políticos destinados a que los suelten cuando hay campaña, y amarrarlos cuando hay fiesta-. Y los misiles van en todas direcciones, de uno y de otro lado, de la quema nadie se salva.
El panorama lo suficientemente desolador nos conlleva, como ocurre en la historia reciente de la incipiente democracia mexicana, a votar por el “menos peor”, y que ese sea quien cometa menos errores, pero no quién nos convenza de su proyecto, de sus ideas y sus propuestas. Y que esas ideas no sean meras intenciones. Ya nos prometieron alguna vez crecer al siete por ciento, acabar con las ratas, empleos para todos, pero no nos dijeron ni cómo, ni cuándo.
Ese es el riesgo de continuar con un debate infestado de banalidades, y seguir viendo el estadio medio lleno o medio vacío.
La tenebra
En Ecatepec, soplan los vientos dinásticos para la selección del candidato del PRI a la alcaldía. Alfredo Torres Huitrón –actual diputado federal- parece ser el elegido por el primer priísta mexiquense, originario de Ecatepec y de nombre Eruviel.
El hoy mandatario inició su carrera política al lado de Alfredo Torres Martínez, cuando éste era alcalde de Ecatepec, hoy encumbrado como secretario de Desarrollo Urbano, y que ha logrado para su estirpe la unción que necesitaba.