El camaleón
Francisco Ledesma
Por demás cuestionable resulta la candidatura de Manuel Bartlett al Senado de la República por parte del frente de izquierdas que integra PRD-PT-Movimiento Ciudadano. El ex secretario de gobernación –autor de la mítica caída del sistema- que hasta la fecha mantiene sembrada la duda de un fraude electoral para legitimar un triunfo inverosímil a favor del priísta Carlos Salinas de Gortari en el lejano 1988, pese al creciente apoyo que desbordaba Cuauhtémoc Cárdenas.
En ese momento histórico, correspondió a Bartlett defender las reglas del sistema, y sostener la estabilidad de un régimen que ya adolecía de estertores como corolario de que los procesos electorales en México eran altamente cuestionables. Frente a un presidencialismo acendrado que ya mostraba a un esquema agotado, pero que frente a la clase política vigente, mantenía su establishment, donde Bartlett fue enclave en la transición política entre el sexenio de Miguel de la Madrid y Carlos Salinas en medio de la inconformidad.
Para ese entonces, Bartlett compartía el ejercicio pleno del poder, con el secretario particular de Miguel de la Madrid, el hoy candidato plurinominal al Senado, el priísta Emilio Gamboa Patrón. Entre Bartlett y Gamboa se apostó a dar viabilidad a la toma de posesión de Salinas, a pactar con el PAN y conceder sus demandas políticas para restablecer las relaciones entre el Estado Mexicano y la Iglesia Católica; eliminar el ejido; privatizar la banca y dar autonomía a los órganos electorales.
Allí Bartlett fue personaje clave de la historia. Un priísta leal, que sobrevivió a la transición salinista para instalarse como secretario de Educación en el sexenio naciente. Desde ahí se forjó el empoderamiento de Elba Esther Gordillo como nueva líder del SNTE, frente a la defenestración de Carlos Jonguitud Barrios, como parte de la legitimación en el poder político de Salinas de Gortari. Gordillo ascendió en la escala magisterial por recomendación de Manuel Camacho Solís, uno de los más cercanos salinistas, hoy también líder de las izquierdas en México al lado de su pupilo Marcelo Ebrard.
Llegados los tiempos, la lealtad política de Bartlett fue premiada para luchar por la candidatura a la gubernatura de su natal Puebla. En los tiempos hegemónicos del priísmo, Bartlett gozó de los beneficios y las canonjías del poder, al convertirse en el fiel de la balanza en Puebla dada su trayectoria política. Soñó en ser Presidente de México, y remembrar con ello a su paisano Gustavo Díaz Ordaz –que aunque poblano en lo oficial, en la realidad se sabe nació en Oaxaca-. Y en su momento Manuel trató de encontrar su espacio.
En 1999, cuando la sana distancia de Ernesto Zedillo se mostró a favor de abrir un proceso de elección interno, marcado por la cargada que favorecía a su ex secretario de gobernación, Francisco Labastida; el entonces gobernador de Puebla (1993 -1999) se apuntó para buscar la nominación priísta a la sucesión presidencial. La participación de Bartlett fue un mero asunto anecdótico, al ganar escasos distritos en Puebla, y ser una simple figura decorativa en el resto del país, ante la abrumadora victoria de Labastida en la interna priísta.
No obstante, Bartlett fue premiado con una candidatura al Senado por la vía plurinominal. La permanencia de Bartlett en el poder político demostró, una vez más, que su lealtad le garantizaba seguir vigente en el régimen. Pese a la derrota histórica de Labastida y el triunfo foxista; Bartlett ocupó un lugar en el viejo recinto de Xicotencátl como un senador clave de la primera oposición priísta desde su nacimiento hace ya 83 años.
Bartlett no decepcionó a su militancia. Fue un acérrimo legislador en contra de los desaciertos foxistas. Su experiencia como hombre de Estado le permitió cuestionar, legislar y acelerar el proceso de desgaste de Vicente Fox. Conforme avanzó el sexenio del primer panista en Los Pinos, se percibió que Bartlett daba giros ideológicos hacia la izquierda, quizá convencido de que el regreso del PRI a Los Pinos estaba muy lejano, y veía con amplias posibilidades de ascenso al entonces jefe de gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador.
Acomodaticio, Bartlett sufrió la epidemia del camaleón, la cual padecen políticos que trasmutan de color para adaptarse a un cambio partidista. Se trata de mantenerse o ascender en el campo de la política. La circunstancia camaleónica va acompañada de una amnesia predominante, que hace olvidar que lo antes criticado ahora es aceptado como causa de lucha; y lo antes legitimado es motivo o circunstancia de crítica aguda y cuestionamientos profundos. Paso a paso Bartlett enfermó sin cura alguna, y cambió de color.
Bartlett no es el único, ni el primero, ni el último. Hoy, aquél secretario de Gobernación que hizo todo lo humana y políticamente posible para impedir que la izquierda ascendiera a la Presidencia de la República, ha cambiado su bandera e intentará desde la trinchera perredista acceder a la Cámara Alta.
Para ello, luchará contra el priísmo que tanto defendió en sus causas y consecuencias, y enfrentará al ex secretario del Trabajo Javier Lozano –un ex funcionario priísta ya transformado en panista-.
Pero lo más complejo es entender cómo el perredismo ha aceptado a convivir con el enemigo en casa, y empoderarlo desde sus causas.
La tenebra
La Secretaría de Seguridad Ciudadana está por robustecerse en sus facultades y atribuciones. Nuevos cargos, más estructura y las nuevas designaciones están por venir, quienes están en la banca mañana podrían no estarlo.