Los cotos de poder
Francisco Ledesma
Hoy inicia el proceso electoral rumbo a los comicios presidenciales de 2012, con un Instituto Federal Electoral acéfalo. Han pasado doce meses, desde que los diputados federales –o al menos las dos terceras partes de ellos- debieron ponerse de acuerdo para designar a tres nuevos consejeros, sin que hasta el momento eso haya ocurrido; y mientras en el órgano electoral se han tenido que suplir tales ausencias con una mayor carga de trabajo para los seis consejeros que permanecen vigentes en sus puestos al interior del IFE.
La rasgadura de vestiduras entre legisladores de todos los partidos políticos resulta ridícula, cuando se sabe que la principal dificultad que encuentran las principales fuerzas políticas –PAN, PRI y PRD- es ponerse de acuerdo en el reparto de cuotas dentro de las nueve posiciones que otorga el IFE. En el pasado, y como una intención simplista, ha quedado la consigna de “ciudadanizar” al organismo rector de las elecciones, cuando de por medio entre todos los aspirantes a consejeros existen fobias y filias partidistas.
La historia del los órganos electorales en el país, dan muestra de que los partidos políticos alcanzan una cooptación sobre sus decisiones, lo que les otorga un margen de maniobra determinante para el desarrollo de las elecciones. En 2006, por ejemplo, ocurrió que los consejeros del IFE consideraron una propaganda inapropiada y hasta violatoria de la ley en la materia, los espots que condenaban a Andrés Manuel López Obrador como “un peligro para México”, pero fueron sacados del aire –por una orden retardada de la autoridad competente- semanas después de haber sido difundidos.
Ser consejero electoral, ha sido en los últimos años, un puesto de ascendencia política que puede en el mediano plazo posicionar a los antes “ciudadanos”, en prospectos “políticos” para acceder a cargos de elección popular. Luego de sus trayectorias como consejeros electorales, los partidos políticos tienden a premiar sus lealtades con nuevos puestos en la vida pública. Los ciudadanos se vuelven parte del sistema, y la supuesta “ciudadanización” se pervierte por completo. La esencia con la que surgió el IFE ha quedado en el olvido total.
Tan sólo el PAN, en el año que transcurre, posicionó dos nombres de ex consejeros electorales del IFE como aspirantes presidenciales: Alonso Lujambio, actual secretario de Educación Pública y ex consejero presidente del Instituto Federal de Acceso a la Información, quien declinó en la víspera a su pretensión electoral. Y Santiago Creel Miranda, ex secretario de gobernación y ex senador, aún vigente en la carrera sucesoria panista ubicado en segundo lugar según las encuestas, tan sólo detrás de la puntera ex secretaria de Desarrollo Social y de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota.
Otro panista que se han transformado en servidores públicos y políticos de alta trascendencia, tras su paso por el IFE es Juan Molinar Horcasitas, muy cercano a Felipe Calderón desde que fungió como diputado federal. Horcasitas fue en el actual sexenio director general del IMSS, durante la tragedia de la guardería ABC; posteriormente secretario de comunicaciones y trasnportes; y actualmente ocupa la cartera de elecciones en el CEN del PAN.
En la izquierda también existen los casos de consejeros que se “partidizaron”. Como por ejemplo, Emilio Zebadúa, quien se desarrolló como consejero del IFE en las elecciones de 2000. Para 2003, se convirtió en diputado federal del PRD. Hacia 2006, pretendió postularse como candidato a la gubernatura de Chiapas, nominación que le ganó el actual mandatario Juan Sabines. Sin embargo, Zebadúa compitió por dicho cargo bajo las siglas del PANAL.
A él, se suma Jaime Cárdenas Gracia, consejero electoral entre 1997 y 2003. A partir de 2009 se lanzó a la aventura partidista. Actualmente es diputado federal del Partido del Trabajo, electo en la delegación Iztapalapa en la capital del país. En el debate parlamentario de San Lázaro, representa a los intereses del ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador.
En el PRI, la ecuación parece a la inversa. Primero forman parte del instituto político o de la estructura gubernamental, y posteriormente son integrados a las filas de las consejerías electorales. Resaltan al menos dos casos en el consejo general del IFE de 2003 con Virgilio Andrade Martínez y Alejandra Latapí, con trayectorias al amparo de ese partido desde el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. El primero trabajó en la Secretaría de Gobernación a las órdenes de Patrocinio González (1993) y de Emilio Chuayffet (1996).
Mientras que Latapí participó como asesora en varias campañas políticas de candidatos del PRI. Comunicadora de profesión, trabajó también en la Presidencia de la República como responsable de prensa extranjera y de la desaparecida dirección de quejas. Aunque sin experiencia electoral.
Desde la creación del IFE, en el no muy lejano 1990, los partidos políticos han repartido el pastel electoral como una subcámara de representantes, con la proporcionalidad en la que están distribuidos en la Cámara de Diputados, y así como ha ocurrido y sucede en el escenario nacional; el esquema de repartición de cotos de poder se resignifica y se repite en órganos electorales estatales.
La tenebra
Los órganos electorales se crearon para legitimar las estructuras del poder cada vez con un mayor desgaste. ¿Y ahora quién y cómo legitimará a los institutos electorales? El país se hunde, y los políticos le echan más agua al barco.