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El Manual de Maquiavelo 27-05-2024

Francisco Ledesma /  Las campañas de la improvisación

En la recta final de las campañas electorales quedan muchos escenarios y espacios por reflexionar, porque de nueva cuenta los partidos políticos, sus dirigencias y sus candidaturas dejan de manifiesto que su mayor interés está concentrado en mantener sus cotos de poder político y favorecer prioritariamente a las burocracias partidistas; pero están muy lejos de consolidar las instituciones democráticas, y tampoco está en su escenario más próximo, ofrecerle a los votantes buenos gobernantes y por tanto buenos gobiernos.

 

Las campañas electorales concentran tres espectros que incumplen con las expectativas del votante: se trata de las estrategias de tierra, aire y agua. La evolución del proselitismo en las últimas décadas ha avanzado de manera vertiginosa, sin embargo, no ha logrado esa capacidad de adaptación para procesos locales de dimensiones tan distantes por su tamaño geográfico o poblacional, como lo son las contiendas por las presidencias municipales.

 

Las y los candidatos evitan asumir su responsabilidad de ofrecer campañas tan limitadas en contenido, espacio, impacto y alcance, a partir culpar a los topes de gastos, procesos de fiscalización y la vigilancia de los órganos electorales. Aunque en esencia, también existe abundante improvisación, y una suerte de desestimación hacia la reflexión del votante en su toma de decisiones.

 

Las élites políticas, sin importar su filiación política, apuestan como un elemento clave de sus campañas a la promoción y movilización de electores. Así, los equipos de campaña dedican sus mañanas a las reuniones abiertas, toque de puertas, recorridos por barrios y colonias. Y por las tardes, a la revisión de sus estructuras clientelares o partidistas, que les permitan alcanzar las metas para ganar los comicios del 2 de junio, con la única convicción de que los liderazgos de comunidades o seccionales, les serán suficientes para ganar en las urnas.

 

En la estrategia de aire, en municipios urbanos, la encomienda se concentra en el posicionamiento mediático, pero sobre una retahíla de lugares comunes acerca de problemáticas sociales: agua potable, servicios públicos, seguridad pública. En el peor de los escenarios, hay quienes ofrecen una serie de acciones y obras que rebasan el ámbito de sus responsabilidades legales y posibilidades presupuestales. Mienten deliberadamente o por ignorancia para ganar votos.

 

Y en la estrategia de mar, las redes sociales y otras plataformas digitales, se usan como una moda para hacer una mala réplica de los contenidos mediáticos; o bien, se confunde la humanización de las candidaturas con la frivolidad de los actores políticos que le han perdido la seriedad a su trabajo electoral. Quien hoy se presenta con banalidad para ganar votantes, mañana difícilmente podrá asumir la investidura que requiere el ejercicio del poder público.

 

Los partidos políticos han perdido interés por construir cuadros con preparación académica y formación política; hoy han preferido adoptar a liderazgos que tengan reconocimiento social con el único objetivo de allegarse de votantes, y si en el camino gana la elección, pues que la curva de aprendizaje haga su tarea a costa de la experimentación y el arranque de los gobiernos municipales.

 

La prioridad de partidos y candidatos es mantenerse en el ejercicio del poder, a partir de la reelección en más de sesenta municipios; sin que ello implique necesariamente la continuidad de buenos gobiernos, sino la prevalencia de intereses políticos y económicos, aunado al pragmatismo electoral de ganar votaciones por encima de la oferta de campaña, y ni qué decir de una acción estratégica que permita a los candidatos tener una vinculación con sus votantes a partir del ABC de las campañas electorales. Eso queda en simple teoría.

 

Y si las campañas electorales han transitado en su mayoría por la improvisación, por ese mismo rumbo se puede advertir que transitarán los gobiernos de quienes resulten ganadores el domingo 2 de junio, salvo contadas y honrosas excepciones.

 

Y entre más alejado o diminuto sea el municipio, más riesgo existe de que sus candidaturas y próximas autoridades municipales tengan esos desaciertos, sean parte del problema y no de la solución, y conlleven consigo ese enorme desconocimiento de lo que implica el ejercicio del poder gubernamental.

 

La tenebra

El Gato Miguel Marín nos dio cinco títulos; el Gato Ortiz nos robó otro.

 

 

 

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