Francisco Ledesma / El control de la sucesión
Alfredo Del Mazo ha revisado el manual priísta de la sucesión por la gubernatura, y lo ha puesto en práctica. A pesar de las adversidades electorales que ha encontrado en su camino, el gobernador mexiquense pretende ejecutar las facultades metalegales ideadas por el sistema presidencial para incidir en la herencia del poder a favor de su partido político y de su círculo más cercano.
En la semana por concluir, Del Mazo ha delineado al responsable de conducir el proceso interno para definir la candidatura a la gubernatura; y de paso, ha confirmado sus tres principales cartas hacia la elección del año entrante.
Eric Sevilla, conocedor de las estructuras del poder, es una muestra inequívoca de que Del Mazo quiere concentrar la toma de decisiones en los grupos locales; en la que se involucre a los exgobernadores, pero se excluyan las tentaciones que desde el centro -la dirigencia nacional- busca imponer con sus afectos.
Con la mesa puesta, el mandatario estatal ha abierto -y confirmado- sus cartas:
Alejandra del Moral estará al frente de la Secretaría de Desarrollo Social, cuya dependencia representa la que más eventos públicos ha encabezado en los últimos cuatro años, a partir de la entrega de tarjetas de salario rosa.
Elías Rescala transitará en solitario como el único líder de la bancada priísta en la Legislatura local; y desde esa posición de poder, podrá acompañar al gobernador en eventos institucionales para promover su imagen y posicionar su discurso, con la posibilidad de placearse por el estado sin ataduras.
Ernesto Nemer, como secretario general de gobierno, se asume en jefe de gabinete con una amplia flexibilidad para atender todos los temas de la agenda pública; y aparecer como bateador emergente en aquellas emergencias políticas y sociales, en representación de su jefe político, el gobernador Del Mazo.
No son los únicos aspirantes; se habla de al menos otros cuatro precandidatos, que basan sus proyecciones en el arropo político de dirigentes partidistas y exgobernadores, a los que el delmacismo deberá enfrentar internamente.
De ahí la trascendencia de los ajustes estructurales ocurridos al interior del PRI mexiquense, el gabinete estatal y la Legislatura local, porque desde ahora Del Mazo ha dado un “manotazo” en el escritorio para mostrar que, será el gran elector de su partido, y que defenderá al Estado de México como el último bastión del priísmo, frente a los pésimos resultados electorales en el país.
La historia es cíclica, y rememora el proceso interno de 1999, cuando los grupos locales le cerraron el paso a la tentación de Ernesto Zedillo por imponer a Carlos Rojas, mientras Atlacomulco y el hankismo, se decantó a favor de Arturo Montiel.
Seis años más tarde, otra vez los grupos locales se impusieron a la pretensión del dirigente nacional, Roberto Madrazo por fracturar al priísmo mexiquense, y la candidatura favoreció a Enrique Peña, delfín político de Montiel.
En 2017, Eruviel Ávila quiso favorecer a su grupo político, pero las condiciones cambiaron drásticamente, al tener desde Los Pinos, la autoridad presidencial de un mexiquense, quien eligió a Alfredo Del Mazo como el heredero de la gubernatura, que se le había negado un sexenio atrás por el amago eruvielista.
Del Mazo ha tomado el control de la sucesión, desde su partido, por interpósita persona, y no quiere dejar nada a la improvisación ni a la sorpresa externa.
Es cierto que sostiene mayor afinidad con algunos exgobernadores que con otros, y eso ha causado la crítica interna sobre los grupos políticos más favorecidos en el actual sexenio, quienes eventualmente también incidirán en la recta final de la candidatura.
La tenebra
Desde Madrid hasta El Colegio Mexiquense se observa la mano que mece la cuna durante el actual sexenio, pero el gobernador en turno tiene su propio delfín.