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El Manual de Maquiavelo

Se busca candidato   Por:  Francisco Ledesma  

Todavía con la resaca electoral que dejó como corolario el triunfo de Eruviel Ávila en el Estado de México, el PRI enfrenta el reto más desafiante de los últimos 15 años. Está a un palmo de recuperar el poder presidencial, pero también podría colapsar producto de esa fractura interna que lo ha resquebrajado en los comicios de 2000 y de 2006, y que los condujo al camino inevitable de la derrota.

 

Hoy, desde dos flancos antagónicos, ya se busca candidato. Enrique Peña Nieto, con la cara “nueva” del priísmo trae consigo a un puñado de gobernadores jóvenes: Rodrigo Medina, Ivonne Ortega, Roberto Borge y Francisco Olvera –éste último ya tiene embajador en el Estado de México a través de su antecesor: Miguel Ángel Osorio Chong-. Peña es hasta ahora, el puntero de las encuestas presidenciales desde hace más de tres años.

 

En su corto andar político, ha consolidado una alianza con la poderosa maestra Elba Esther Gordillo, resultado de acuerdos con su antecesor –Arturo Montiel- y que en un futuro cercano le podría ser altamente redituable. Logró colocar a Humberto Moreira –aliado político- como dirigente nacional del PRI.

 

Durante los últimos dos años ha oteado sobre su plan de gobierno. El llamado Estado Eficaz. La promoción en Internet sobre su plataforma electoral es una desmesura. Y su imagen aparece cada noche en el noticiero estelar de Televisa. Sin dejar pasar las revistas del corazón.

 

En un contrasentido, se encuentra su chata trayectoria política que se reduce a 12 años. En ese tramo fue subsecretario de gobierno, secretario de administración y diputado local, todo conseguido al amparo del poder del ex gobernador Arturo Montiel, quien a la postre –como su delfín político- decidió que fuera su sucesor en la administración mexiquense. Anteriormente, Peña Nieto era un modesto ayudante en una notaria pública del Distrito Federal.

 

Entre la cúpula priísta –cuya crispación política encabezan desde hace tiempo Carlos Salinas y Ernesto Zedillo- el comportamiento de Peña Nieto causa una incertidumbre inocultable. La relación del mandatario con el empresario Jaime Camil y con el politólogo Liébano Saenz no causa gusto a sus vínculos con Salinas. Peña Nieto no quiere enemistades y busca canales de conciliación.

 

En la otra esquina, Manlio Fabio Beltronnes. Todos los senadores, que hoy gobiernan entidades, le deben el cargo: José Calzada, Carlos Lozano y hasta Mario López Valdés –el famoso Malova-. Además cuenta con el respaldo de Emilio Gamboa Patrón –actual líder de la CNOP- y de Gerardo Sánchez –líder de la CNC-. Ha ejercido a lo largo de la administración calderonista una especie de vicepresidencia senatorial, o cogobierno legislativo, pues todas las reformas y grandes acuerdos del país han pasado antes a revisión por su escritorio.

 

Beltrones tiene a su favor su amplia trayectoria política. Educado bajo la disciplina de Fernando Gutiérrez Barrios, fue subsecretario de gobernación. En el mandato salinista alcanzó la gubernatura de Sonora, y tras el asesinato de Luis Donaldo Colosio, hubo corrientes que impulsaron a la figura de Beltrones como un posible sustituto, lo que finalmente recayó en Ernesto Zedillo.

 

Pese a la derrota priísta en 2000. Beltrones sobrevivió y se mantuvo vigente. Fue diputado federal entre 2003 y 2006. Presidió la Cámara de Diputados Federal. Y en 2006, se incorporó como Senador, desde ahí se erigió como líder senatorial priísta. Se ha convertido en enclave fundamental para la gobernabilidad del país, y ha construido la imagen de un personaje reformador, aunque para él, queda pendiente la reforma del Estado.

 

Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Beltrones es el más experimentado de los presidenciables, incluyendo a los aspirantes del resto de los partidos. Ha sufrido la pérdida electoral del priísmo, y por ello se cree capaz de recuperar ese poder omnímodo, con una condición: transitar de un sistema presidencial a uno semiparlamentario. Sus propuestas son más concretas, pero de mayor profundidad, porque reconoce el agotamiento del sistema político.

 

Su enemistad con Elba Esther Gordillo parece ser su mayor obstáculo. Su ventaja no sólo incluye la aceptación del salinismo con quien creció políticamente, sino que el calderonismo –con quien ha compartido el poder presidencial del sexenio- también lo avala para hacerse de la nominación priísta. El propio Manuel Espino ha documentado esa concertacesión que el calderonismo estaría dispuesto a ejercer para devolverle el poder al PRI.

 

Cuando Enrique Peña enciende el televisor, y se observa en la nota diaria que le otorga López Doriga, se repite a sí mismo que la opción es la unidad y la necesidad de tener un candidato competitivo. Le falta decir, que como tercer característica desde su opinión, es buscar a alguien originario de Atlacomulco.

 

Cuando Beltrones abre el periódico y lee la nota del Senado, convencido está que la mejor elección no es para el candidato que nos caiga mejor, sino a favor de con quién nos vaya mejor. En la descripción del perfil ideal, Beltrones piensa en voz alta que debe ser alguien que haya trabajado en Gobernación, como dictaba la tradición sucesoria del priísmo antes de que la tecnocracia les arrebatara el poder.

 

Si hay fractura hay derrota. Si salen unidos parecen imbatibles.

 

La tenebra

 

Por muy presidenciable que sea, nadie es profeta en su tierra. Y su poder en la entidad se le acaba en septiembre. En adelante, será el tiempo del nuevo mandatario, y de un nuevo Valle, el de México. Insisten los resentidos de allá, que es su tiempo, y vendrá un desplazamiento natural de los de acá. ¿Será?

 

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