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El Manual de Maquiavelo

¿Por qué ganará Eruviel?   Por: Francisco Ledesma

 

Si la alquimia electoral no falla, o de aquí al 3 de julio no ocurre una catástrofe política, cerca de las ocho de la noche del primer domingo del próximo mes se confirmará a través del Programa de Resultados Electorales Preliminares el triunfo del priísta Eruviel Ávila Villegas para convertirse en gobernador del Estado de México a partir del próximo 16 de septiembre.

 

Su victoria se explica no en función de su carisma, ya que en algunas zonas ni siquiera lo reconocen. Tampoco es parte de su mercadotecnia electoral –con todo y el plagio del lema “Piensa en Grande”-. No se puede atribuir, mucho menos, a las condiciones en que obtuvo la candidatura. No es parte de la voluntad popular que se reflejará en las urnas en la fecha señalada.

 

A once años de la alternancia política que dio el poder presidencial al PAN, impera la decepción ciudadana por la transición trunca, el hartazgo por una corrupción que prevalece, la sensación de ingobernabilidad por la improvisación, y una crisis económica –que aunque ocurrió hace ya dos años- desplomó el discurso de la estabilidad. El PAN no levanta por esa sinrazón de seguir empeñado en una guerra sin rumbo y sin resultados favorables.

 

En esa circunstancia, el panista Luis Felipe Bravo Mena tiene el más bajo posicionamiento para su partido de las últimas tres elecciones por la gubernatura. Atrás quedaron las posibilidades de triunfo que otorgó José Luis Durán Reveles en 1999; y el primer lugar en el que arrancó Rubén Mendoza en las preferencias electorales de 2005. Hoy Bravo Mena, no encuentra elementos para dar vitalidad a su campaña, por mucha enjundia discursiva que imponga.

 

A ello, se suma la pérdida del corredor azul de 2009. En medio de una crisis económica devastadora –comparada a nivel internacional con el crack de 1929- y de una epidemia de influenza, el PAN sufrió una hecatombe de inconmensurables consecuencias. Hoy, el panismo –ya acostumbrado al clientelismo priísta- no encuentra la brújula por la carencia de estructura electoral. Pareciera que les falta el poder para movilizar el voto.

 

Por si ello fuera poco, el panismo se encuentra dividido, frente a la claudicación del senador Ulises Ramírez para competir por la gubernatura. Los pocos alcaldes y diputados federales y locales que ganó el panismo en 2009 pertenecen al grupo político de Ulises, y han dejado en la orfandad a Bravo Mena. El PAN se encuentra resquebrajado, sin un candidato que levante altas expectativas. Con un discurso rebasado, a la gente no le convence acabar con la corrupción priísta, cuando frente a sí están los hermanos Bribiesca y Juan Camilo Mouriño, símbolos de la descomposición blanquiazul.

 

Aún peor, es que sus condiciones de vida, empleo, salud, vivienda para la gente no han mejorado en la última década. Y su percepción de delincuencia se ha agudizado. El fracaso panista tiene múltiples explicaciones.

 

Mientras Alejandro Encinas, con un tono retador. Enfrascado aún en una izquierda rijosa. Se encuentra imposibilitado, pese a sus múltiples esfuerzos, de ser un candidato asequible para las zonas residenciales, para las clases adineradas y para el sector que invierte fuertemente en sus campañas electorales. Para quienes –como lo denuncia el perredista- hacen negocios al amparo del poder, su proyecto político es inverso a su interés económico.

 

A eso se suma, una izquierda mexiquense corruptible. La misma clase política que aprobó las cuentas públicas de Arturo Montiel. Los mismos personajes que entregaron el poder en 2009 de bastiones emblemáticos como Nezahualcóyotl, Texcoco, Chalco, Valle de Chalco y Ecatepec –donde Eruviel encumbró su carrera política y arrebató la candidatura priísta-. Esos son quienes están en la inactividad política, y sin operación hay un desplome. La derrota garantizada.

 

Su falta de activismo tiene una razón de ser. En 12 años han sido desplazados por la decisión centralista del lopezobradorismo. En 2005, como balde de agua fría vino la designación de Yeidckol Polevnsky –envuelta en el escándalo de su triple personalidad, originalmente llamada Citlali Ibañez-. A la vuelta del sexenio, Encinas dio el madruguete y se hizo de la candidatura, con una nueva escalada de imposición –ahora con la dudosa residencia del ex jefe de gobierno capitalino, radicado hace más de una década en Coyoacán-.

 

Y en medio de esos avatares, el priísmo mexiquense enfrenta la elección más importante de su historia. Tiene por delante un proyecto presidencial, enfundado en la figura de Enrique Peña Nieto, perder estos comicios, sería ver derrotado el anhelo del Grupo Atlacomulco a Los Pinos –trance ya conocido por mexiquenses como Carlos Hank González, Alfredo del Mazo González, Emilio Chuayffet Chemor y Arturo Montiel Rojas-. Hoy, el sueño de seguir los pasos de López Mateos está fincado en la victoria “eruvielista”.

 

Con la estructura política más robusta, un árbitro electoral omiso y negligente, y una oposición sumamente desdibujada, el triunfo de Eruviel Ávila tiene síntomas de irreversible. Pero no es por él, ni por su campaña electoral.

 

La tenebra

En su escenario para este 2011 siempre estuvo ser gobernador. Ya fuera abanderando al PRI o por la alianza PAN-PRD. Convenció la noche del 26 de marzo, y está muy cerca de alcanzar lo soñado frente a su eterno peluquero.

 

 

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