El Manual de Maquiavelo 10-11-2023
Francisco Ledesma / El prianismo hacia el 2024
El PRI y el PAN se
alistan para contender en alianza electoral para los comicios locales de 2024
sin mayor propósito que vencer a Morena. En el fondo, no hay un proyecto
político en común que les permita tener una oferta electoral atractiva, que
permita amalgamar acciones, programas y tareas que resulten un incentivo para
que los votantes se decanten a favor de sus candidaturas. El único denominador
común es el poder por el poder que disputan las élites políticas.
El PRI y el PAN tienen
un origen político e ideológico contrapuesto, pero frente al escenario actual
cuando enfrentan una enorme defenestración política han resuelto claudicar a
sus postulados, con el objetivo de unir sus capacidades y enfrentar a la fuerza
hegemónica en que se ha convertido Morena.
Para los militantes y
simpatizantes del PRI y del PAN que deberán hacer proselitismo en 2024, se han
desdibujado sus causas políticas que les dieron origen hace más de 80 años,
porque hoy la coyuntura electoral les obliga a caminar coaligados, aunque ello
represente una contradicción en la que históricamente se disputaron el poder público
encarnizadamente.
Las élites del priísmo y
del panismo, argumentan por separado, que la alianza electoral que hoy los une,
es producto de una exigencia social para que en unidad puedan combatir a la
hegemonía electoral que representa Morena, a quien califican de mal gobierno.
En realidad, las razones de fondo que hoy los unen se concentran en que, sólo
así pueden convertirse en una fuerza electoral competitiva ante el mayor
desprestigio político que ambos padecen, producto de un inconmensurable
desgaste derivado del ejercicio del poder público.
Para conseguir esa
alianza electoral, ambos partidos deberán estar dispuestos a ceder parcelas de
poder altamente atractivas para sus militantes; y en consecuencia, pierden una
presencia política en municipios que alguna vez gobernaron, y desde donde
cimentaron su destreza por competir en elecciones y en demostrar sus
capacidades de ejercer la facultad de gobernar.
El priísmo deberá asumir
que no podrá presentar candidato a la alcaldía en Metepec y Naucalpan, donde
reside gran parte de su clase política, pero deberá conformarse con algunas
candidaturas de diputados federales y locales. El panismo, por su parte, deberá
olvidarse de Toluca y Tlalnepantla, que hasta hace algunas décadas representaban
sus bastiones electorales, de donde surgieron grupos políticos que dominaron
incluso la toma de decisiones del partido.
La más reciente elección
por la gubernatura del Estado de México, también dejó de manifiesto que esta
alianza puede enfrentar una derrota histórica a nivel municipal, que de repetir
lo acontecido en junio pasado podría perder en casi cien municipios, y dejar en
una situación marginal al prianismo mexiquense.
Se necesitará más que de
una simple alianza en la boleta electoral, porque el PRIAN se enfrentará a
Morena, que vive su momento cumbre con la consigna de apabullar a la oposición,
y con el ejercicio pleno de la gubernatura mexiquense, por primera vez en manos
ajenas al priísmo, desde los últimos noventa años.
El prianismo también
debería estar obligado a delinear que tiene un proyecto en común más allá de
sostener una construcción discursiva que sólo busca combatir a Morena, lo que sólo
ha demostrado un fracaso electoral que se ha agudizado derrota tras derrota en
las urnas.
El 2024 es la
oportunidad de una reconstrucción institucional desde todos los escenarios
partidistas, o bien, un paso agigantado hacia la desaparición de una oposición
que no entiende que no entiende.
La tenebra
El prianismo tiene a su
peor enemigo en sus dirigencias nacionales.