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El Manual de Maquiavelo 05-07-2024

Francisco Ledesma /  Una innecesaria sucesión adelantada

En la Universidad Autónoma del Estado de México se han adelantado los tiempos políticos de la sucesión por la rectoría, ante la conclusión de la gestión encabezada por Carlos Barrera Díaz para mayo de 2025. Desde ahora, los aspirantes al rectorado universitario han mostrado su interés personal, por encima del académico, para demostrar capacidad profesional, ascendencia política y posibilidades de encabezar a la UAEMex por los próximos cuatro años.

 

Más allá de soltar los nombres que ya se mencionan en los corrillos universitarios, hay condiciones inéditas al interior de la Universidad, que suponen una nueva manera de procesar a quien sustituirá a Barrera Díaz, a partir de mediados del mes de mayo del año entrante, particularmente de la consolidación de un nuevo régimen desde la gubernatura de Delfina Gómez.

 

Hace cinco años, una corriente morenista impulsaba una nueva ley al interior de la UAEMex, que planteaba la elección del rector mediante el voto universal de la comunidad académica, administrativa y estudiantil. La propuesta de reforma fue sepultada frente a las coyunturas electorales, por considerar que la adecuación legal cimbraría las estructuras de las élites universitarias que controlan la rectoría de la máxima casa de estudios de la entidad.

 

En esa ecuación, se debe asumir que el control de la sucesión estará sujeta a las decisiones del Consejo Universitario, que para efectos prácticos responde a la ascendencia del rector en turno, aunque no necesariamente éste controla o decide a quien será el sucesor o sucesora de su mando académico.

 

A lo largo del régimen priísta, instalado en el Estado de México por más de noventa años, el gobernador en turno incidía en la vida universitaria; y la hipótesis se confirmaba cuando los rectores salientes terminaban su carrera política integrados al gabinete del gobierno estatal, o bien, como consejeros electorales, en la comisión de derechos humanos y otras tantas encomiendas.

 

Los exrectores juegan sus propias cartas, (usan a sus afines para exculparse de todo tipo de acusaciones y estafas maestras) porque asumen -como en el régimen priísta de Atlacomulco- que su grupo político al interior de la Universidad merece una participación en el proceso sucesorio, o incluso, como premios de consolación exigen la distribución de espacios en el gabinete universitario.

 

En la coyuntura por delante, la gobernadora Delfina Gómez y su grupo político no dejará nada al azar, ni tampoco permitirá que los resquicios de la oposición prianista incidan en otras instituciones públicas, la UAEMex incluida en ese procesamiento de transformación, aunque sea solo un gatopardismo disfrazado de guinda, con prácticamente los mismos nombres y apellidos.

 

Desde ese mismo entramado, todo apunta a que los tiempos políticos exigen que por primera ocasión la UAEMex tenga una rectora al frente de sus definiciones; aunque nada está escrito, bajo las condiciones que en su momento revise el Poder Ejecutivo sobre qué es lo más conveniente para su mandato.

 

Innegable es el interés de quienes aspiran a la rectoría que, desde ahora, ya se promueven algunos de manera abierta, otros con mayor mesura, pero con las élites políticas que puedan tomar decisión, en donde se incluye la gobernadora en turno, el secretario de educación, y hasta exgobernadores del régimen priísta.

 

La UAEMex puede ser un laboratorio sustancial para la definición que tenga la gobernadora con otros órganos autónomos, aunque algunos tengan fecha de caducidad en el proyecto del segundo piso de la Cuarta Transformación.

 

El proceso de sucesión se adelantó, y ya nadie lo detiene. Y eso a quien menos conviene es a quien todavía tiene diez meses de gestión para concluir su reinado.

 

La tenebra

La UAEMex necesitará un perfil que vaya más allá de las ideologías, porque no se trata de una posición más del gabinete. Para despachar en Palacio de Gobierno se llega por Lerdo 300, a varios kilómetros de Instituto Literario.

 

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