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El Manual de Maquiavelo 01-11-2024

Francisco Ledesma /  La rebelión en la granja… morenista

Morena es muestra inequívoca de que la izquierda no ha logrado transitar a la civilidad partidista por ejercer el poder público. El fin de semana pasado, una asamblea del movimiento exhibió las pugnas internas entre tribus morenistas mexiquenses para demostrar quien tiene más capacidad de movilización o de denostación entre militantes, que son vistos como adversarios políticos.

 

Durante los últimos seis años, el liderazgo moral erigido en torno a la figura de Andrés Manuel López Obrador pudo aminorar la división interna del movimiento, pero una vez concluido el sexenio del tabasqueño, y con la ambicionada sucesión por la dirigencia estatal de Morena, los grupos internos pretenden tener espacios de negociación y de representación en el control político del Estado de México.

 

A finales de 2019, Morena pretendió renovar a su dirigencia mediante procesos democráticos, pero la falta de civilidad partidista terminó por cancelar el trámite de votación y designar por acuerdo de las élites políticas a dirigentes que fungían como una especie de delegados. La misma corriente que arengó en contra de Higinio Martínez el pasado fin de semana, insistió en que Martha Guerrero abandonara su cargo como dirigente estatal, porque al mismo tiempo ejercía el puesto de senadora, pero por más amagos mediáticos, nunca lo consiguió.

 

Hoy, la pugna expuesta entre Higinio Martínez y Daniel Serrano, está por encima de sus diferencias personales, porque el verdadero interés está en tener un espacio para sus tribus en el comité estatal, en donde se deciden las candidaturas de elección popular, y en donde han emergido las escisiones del pasado reciente; sólo que antes que el diálogo y la negociación, su mejor forma de expresarlo es mediante el escándalo y la defenestración del adversario.

 

El intento de Morena por concitar los intereses contrapuestos está en el ascenso político de Andrés Manuel López Beltrán, como heredero político del partido que fundó su padre, pero quien carece del liderazgo moral del exmandatario. Sin embargo, sí ejercerá su ascendencia política para controlar la toma de decisiones del partido a nivel nacional, y en los comités estatales del morenismo.

 

Andy López -junto a la dirigencia de Luisa María Alcalde- también reconocen que requieren de todas las tribus morenistas para mantener la unidad. El propósito común no es solamente que prevalezca la cohesión morenista, sino además, sumar a más y más opositores al movimiento, al grado de convertirlo prácticamente en partido único, por lo que no son admisibles las divisiones.

 

En esa lógica, ni Higinio ni Daniel pueden darse como vencedores o vencidos. Ambos dejan de ver que en medio de la división, quien queda vulnerable es la gobernadora Delfina Gómez, porque es quien enarbola el liderazgo del partido en el Estado de México. Cualquier pugna interna, es inherente a su capacidad o ausencia de la misma, para controlar las diferencias del partido en la entidad.

 

Morena ha ganado abrumadoramente durante las últimas dos elecciones presidenciales y los comicios de la gubernatura, gracias al empuje de un voto antisistema, pero no necesariamente por la organización partidista, que pone en riesgo su capital político y electoral por las diferencias personales, de dos egos que no han logrado entender su momento y sus propias limitantes.

 

Con tanto priísta dentro de Morena, el movimiento debería de entender que para perdurar largo tiempo en el ejercicio del poder público, se debe someter a sus tribus -todas- a la toma de decisiones del poder presidencial y de la gobernadora en turno; o de lo contrario, comenzará la pulverización del partido único.

 

La tenebra

En el PRD se quedó un puñado de militantes, y cada militante parece una tribu.

 

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