Francisco Ledesma / La búsqueda de un legado
El paro estudiantil que prevalece
en la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex) ha tenido logros
institucionales inimaginables hasta hace algunos meses, particularmente en el marco
estatutario para elegir abiertamente con la participación amplia de la
comunidad a sus autoridades universitarias, pero ese parece un legado de corta
visión para un movimiento que pretende trascender en la mejora educativa de las
futuras generaciones.
El diálogo entre la rectora
Patricia Zarza y el Enjambre Estudiantil es el medio y no el fin. El entendimiento
entre ambas partes, puede marcar un entramado de mejores condiciones para la
educación superior de las juventudes futuras, o bien, la simulación de los bandos,
puede ser el camino al despeñadero, de un movimiento meramente anecdótico que,
lo único que evitó, fue una imposición.
La suspensión de labores
podría concluir en un par de semanas, con la entrega de las instalaciones educativas
y el regreso a clases presenciales, pero eso no implicará que el Enjambre
Estudiantil deba desaparecer del espectro universitario, porque su presencia
busca trazar una ruta clara sobre las exigencias más apremiantes, lo que ahorrará
al rectorado de Patricia Zarza un largo recorrido que, obligadamente iba a
realizar con o sin paro, para construir en los primeros cien días de su gestión
el diagnóstico necesario y la definición de su Plan Rector de Desarrollo Institucional
para el periodo 2025 – 2029.
Hay un denominador común
entre las exigencias del Enjambre Estudiantil Unificado y las promesas de la
campaña universitaria marcadas por Patricia Zarza, bajo el entendimiento de que
la UAEMex no puede permanecer en la condición institucional, administrativa y
académica de los últimos años.
Los rectores uaemitas prefirieron
durante largo tiempo, administrar la inercia, antes que buscar una
transformación institucional que vaya en contra de viejos vicios, la ruptura de
componendas políticas y una autocrítica que permita asumir que la UAEMex no es
esa de los grandes rankings que año con año se presume en los informes anuales,
convertidos en el culto a la personalidad.
Hoy, el rectorado de Patricia
Zarza tiene ante sí, una oportunidad para reconocer que, la toma de decisiones
no puede cerrarse a la unilateralidad del Consejo Universitario -acostumbrado a
la obediencia de su jefe político-, y transitar al reconocimiento de visiones, opiniones
y posturas diferentes, concentradas en otros sectores de la comunidad
universitaria, o incluso, en los planes y programas de quienes también
compitieron por la rectoría, recientemente.
Renunciar al boato y
apostarle a la horizontalidad de la Universidad. Esa que en la pasada elección
otorgó un voto ponderado a estudiantes, docentes y administrativos, pero cuya presencia
en la toma de decisiones no puede reducirse a una mera cuestión electoral -o
electorera-, y que transite hacia un presupuesto participativo, o una mayor
interlocución con la comunidad para atender el rediseño de planes de estudio,
la formación del claustro docente, entre otras acciones que incluyan a quienes padecen
las fallas estructurales.
Asumir posiciones de
poder, en cualquier institución pública o privada, implica convivir en una
burbuja de simulación alimentada por quienes se convierten en el círculo
cercano del jefe en turno. Se pierde el piso y la visión terrenal.
El Enjambre Estudiantil
ha posibilitado que esa burbuja se rompa, y ha delineado el camino de un
clivaje para que la Universidad se reivindique como la Máxima Casa de Estudios,
pero a partir de la calidad de su educación, la pertinencia de sus planes de
estudio, la preparación e idoneidad de sus docentes, y no sólo por un membrete
simbólico o por ser la que mayor presupuesto ejerce en la entidad.
La tenebra
El sur siempre parece
olvidado, por el Estado, por la Seguridad y también por la Universidad.