Redacción
A 100 días de la asunción al poder de Enrique Peña Nieto, tras rendir protesta como Presidente de México, la clase política mexiquense ha tomado el control político del país.
En posiciones estratégicas el ex gobernador de la entidad designó como titulares de cinco secretarías de Estado a mexiquenses: Luis Videgaray en Hacienda, Emilio Chuayffet en Educación, Alfonso Navarrete Prida en el Trabajo, Gerardo Ruiz Esparza en Comunicaciones y Juan José Guerra Abud en Medio Ambiente.
En el gabinete ampliado, fueron tres los mexiquenses beneficiados en los casos de Francisco Rojas Gutiérrez, a cargo de la Comisión Federal de Electricidad; David Korenfeld Federman al frente de la Comisión Nacional del Agua; y Humberto Castillejos Cervantes como titular de la Consejería Jurídica.
Otros hombres, identificados con el Estado de México, y cercanos al peñismo son David López Gutiérrez como coordinador general de comunicación social y Erwin Lino Zárate como secretario particular.
Los operadores políticos del ex mandatario estatal, también forman parte como subsecretarios de estado en las diversas secretarías, donde se ubicaron Luis Miranda Nava, Ernesto Nemer Álvarez, Ricardo Aguilar Castillo, Ignacio Rubí Salazar, Arturo Osornio Sánchez, Enrique Jacob Rocha, Gustavo Cárdenas Monroy, Marcela Velasco y Raúl Murrieta Cummings, entre otros.
Sin dejar de lado el ungimiento del ex gobernador César Camacho Quiroz como presidente nacional del PRI.
En paralelo, la migración de los cuadros mexiquenses a las “grandes ligas” de la política nacional ha significado un desmantelamiento profundo al gobierno de Eruviel Ávila Villegas, quien se ha visto obligado a emprender un ajuste permanente de su gabinete. Quien no le renuncia para ocupar subsecretarias en el equipo de trabajo presidencial, se integra como delegado de las dependencias federales.
En términos pragmáticos, la clase política mexiquense vive el mejor momento histórico de su ascendencia al poder. Su grado de dominancia, le permite a Peña Nieto tener hombres de confianza en todos los espacios de poder, y una interlocución política con los actores sociales que sean necesarios.
El interés político de Enrique Peña no se encuentra desapegado de su tierra natal. El Estado de México se ha vuelto recurrente lugar para las giras presidenciales.
Lo mismo para actos cívicos como la conmemoración del Aniversario Luctuoso de José María Morelos y Pavón en Ecatepec en diciembre pasado, que para la puesta en marcha de la segunda etapa de la autopista Naucalpan – Ecatepec, o la celebración de 100 años del Ejército Mexicano.
Peña Nieto sabe, y ha confesado en privado, que tras los seis años en la Presidencia de México, origen es destino, por lo que su interés político en lo que sucede y ocurra en un futuro en el Estado de México no deja de ocuparle. En el discurso y en los hechos, muestra su apego a las decisiones de la entidad que ya gobernó.
Aunque debió pasar casi medio siglo, para que otro mexiquense después de Adolfo López Mateos asumiera el poder presidencial, parece que la espera valió la pena, con un Presidente oriundo de Atlacomulco que ya cumplió sus primeros 100 días al frente de la Presidencia de la República, sin anuncios espectaculares, pero anticipó que el trazo de su mandato lo marcará el Plan Nacional de Desarrollo y las Reformas Estructurales que coincidentemente ha encomendado a los mexiquenses en el poder.