La visita del Papa Francisco a nuestro país ha desatado una intensa polémica, frente a lo que se considera un gasto innecesario en el que está en juego la ejecución de recursos públicos para el recibimiento del Sumo Pontífice en los estados de México, Michoacán, Chiapas y Chihuahua.
La principal crítica se ha concentrado en que se trata de un acto religioso, que pone en vilo la división Iglesia – Estado, por financiar con recursos públicos la adecuación de los espacios que visitará el Jefe del Estado Vaticano, aunado al remozamiento de vialidades por las que transitará el líder de la Iglesia Católica.
Tan sólo en el Estado de México, la cifra podría alcanzar 10 millones de pesos, provenientes del erario público, que serán destinados en la mejora del terreno donde el Papa Francisco encabezará un encuentro religioso, que tendrá como sede Ecatepec, la tierra natal de Eruviel Ávila, un político siempre cercano al catolicismo, desde que fue alcalde de dicha ciudad, cuando fue arropado por el entonces obispo de la diócesis de Ecatepec, Onésimo Cepeda, caracterizado por su insultante riqueza patrimonial como jerarca eclesiástico.
Por más justificaciones que pretenda argumentar el gobierno del Estado de México, resulta inaceptable el gasto oneroso destinado al embellecimiento urbano sólo por la visita del Papa Francisco, cuando el cuidado de la imagen urbana debiera ser una obligación permanente de las autoridades en funciones.
Sin embargo, para el Estado de México, no es la primera ocasión que ocurre un financiamiento inusual, para el remozamiento de lugares públicos con motivo de una visita de un personaje de alta jerarquía. Hace casi dos años, en la víspera del encuentro del presidente Enrique Peña con Barack Obama y Stephen Harper, se destinaron recursos extraordinarios para la mejora urbana del centro histórico de Toluca, y las vialidades por las que transitó el mandatario estadounidense.
A la distancia, los gobiernos federal y estatales han repetido la fórmula, para “maquillar” la percepción en los sitios que recorrerá o visitará el Papa Francisco, con un ingrediente que parece cuestionable, en la medida que los gobiernos han destinado parte de sus recursos públicos -en medio de una severa turbulencia presupuestal a nivel nacional-, en lo que parece un financiamiento de actividades religiosas, que al final del día busca impactar en la promoción personal de los gobernantes que tendrán oportunidad de ser anfitriones de esa visita.
El mayor reclamo de quienes se oponen a la visita del Papa Francisco, y particularmente a financiar un gasto superfluo, cuando las necesidades presupuestales pudieran destinarse a atender carencias, marginaciones o tareas que beneficien a los grupos más vulnerables del país.
Ecatepec es un claro ejemplo de un municipio lleno de contrastes, marcado por ser el más poblado del país, con casi 2.5 millones de habitantes, donde el 40 por ciento vive en algún grado de pobreza, además de ser el municipio con el más alto índice delictivo desde hace una década.
Pese a ese panorama desolador, el gobierno estatal ha marcado como una prioridad, dotarle de un presupuesto especial a recibir al Papa Francisco al municipio en el que nació Eruviel Ávila, como una prioridad administrativa del año que apenas comienza y que amenaza con una disminución sustancial de las finanzas públicas.