La solicitud hecha la semana pasada por el gobernador Eruviel Ávila Villegas para emitir una alerta de género en once municipios del Estado de México debe ser entendido como un pronunciamiento de profundos y diversos matices que se instalan en la cada vez más anticipada sucesión presidencial, de la cual el originario de Ecatepec busca ser partícipe y ser el abanderado del priísmo en las elecciones de 2018.
Tras más de ocho años de una batalla permanente de organizaciones civiles por lograr la alerta de género, sorpresivamente el mandatario mexiquense buscó erigirse con una posición democrática para ser la propia autoridad quien solicitara de una emergencia por la violencia contra las mujeres, pero se limitó a reconocer la problemática en apenas una oncena de municipios, cuando los feminicidios registran una ocurrencia sistemática lo mismo en zonas urbanas que rurales, igual pasan en la zona oriente que en el valle de Toluca o en el sur del estado.
Otra arista que no puede dejarse de lado, es que la alerta de género no solucionará por sí misma el grado de impunidad de los casos hasta hoy cometido y que no han sido resueltos por la autoridad.
Mientras que la declaratoria de emergencia tampoco pondrá fin a las condiciones de vulnerabilidad en que se advierten las mujeres, que por condiciones de violencia en su entorno más cercano, han tenido en ocasiones consecuencias devastadoras reflejadas en homicidios dolosos.
Tan intempestiva como la propuesta de Eruviel Ávila, las primeras reacciones han sido de escepticismo, pues más parece un anzuelo político en la anticipada víspera electoral que una consideración genuina y una respuesta determinante por parte del gobierno estatal, que ha permanecido omiso e indiferente en los últimos diez años.
Aunque parece un lugar común de las políticas públicas de este país, si Eruviel no pasa de su discurso a las acciones que repercutan en una mayor equidad y en atemperar las circunstancias de vulnerabilidad de las mujeres, todo quedará en un mero hecho anecdótico del gobierno eruvielista.
La alerta de género es apenas el primer paso por revertir una realidad que se ha vuelto una amenaza para cientos de mujeres que en los últimos dos sexenios -periodo en que se ha agudizado su condición-, han sido víctimas de desapariciones o de asesinatos.
La autoridad mexiquense debería ascender en su estrategia por la prevención y el combate a la violencia de las mujeres, que es la primera fase de vulnerabilidad del sexo femenino. Por otra parte, deberá avanzar en la formulación de protocolos de investigación sobre la violencia contra mujeres, particularmente los homicidios, para evitar negligencias, omisiones o acciones que fomenten una sistemática impunidad.
Por lo tanto, Eruviel Ávila debe entender que asumir una alerta de género en el Estado de México, resulta insuficiente cuando sólo se ocupa de una postura política comodina y contener la violencia contra las mujeres, y demostrar con tareas permanentes el castigo a quienes cometen feminicidios en la entidad.
Atender la violencia contra las mujeres no debe transitar únicamente como una forma de publicitar una acción de gobierno o la promoción personalizada del mandatario en turno, es sobre todo, una obligación legal y moral, a favor de una población vulnerable en donde hasta ahora el Estado ha sido incapaz de darle suficientes garantías sobre su integridad.