En los tiempos muy anticipados de campaña que se viven en el Estado de México, la clase gobernante imagina que para los votantes resulta necesario tener un gobernador que tenga tiempo para ir a entrenar al nevado de Toluca y mejorar su condición física; darse la oportunidad de comer pancita en uno de los lugares más tradicionales de la capital mexiquense; o bien, hacer anotaciones en el cuaderno de alguna alumna en una escuela de Chalco.
En una estrategia nada casual, los políticos de siempre pretenden posar como gente común que mantiene rutinas de vida que les generen identidad con el electorado, pero que resultan en una pasarela de diputados, alcaldes y funcionarios que buscan dibujar su mejor sonrisa, lucir su mejor outfit y escribir una frase motivacional de fácil recordación y abundantes lugares comunes, en un sitio geográfico que refleje su “amor” y conocimiento del territorio estatal.
Las redes sociales han sido el blanco en que la élite política ha comenzado a desfogar sus aspiraciones para posicionar su imagen y promocionar su figura. Siguiendo el manual de la comunicación política, se esfuerzan por la personalización de sus precampañas electorales, en donde se distinguen sus atributos: ya sean los físicos, los políticos, los profesionales, los sociales.
Tal parece que la recta final por la gubernatura será conseguida por quienes consigan mayor número de check-in en el branding digital. Hasta antes de los tiempos electorales, resultaba impensable que la clase gobernante tuviera su itinerario en las nieves de Tejupilco; en hacer zumba en lugares públicos; o en comer tacos y tortas en los portales de Toluca.
Los precandidatos a la gubernatura mexiquense han comenzado a gastar anticipadamente en su promoción a través de redes sociales, una herramienta no reglamentada en las leyes electorales, cuyos vacíos normativos han configurado una batalla desigual de quienes ya están en campaña, a pesar de su reticencia a reconocer públicamente su interés por ser el reemplazo del mandatario Eruviel Ávila Villegas, en septiembre del año entrante.
La clase gobernante ha rebasado sobradamente al actual mandatario Eruviel Ávila, rompiendo las reglas escritas y no escritas. Las primeras, porque han anticipado el proceso electoral desde su promoción en medios digitales; las segundas, porque simplemente han adelantado los tiempos de proyección personal, sin que haya pasado siquiera el quinto y penúltimo informe de gobierno de Eruviel, como banderazo oficial de sus aspiraciones personales.
El proyecto son ellos mismos y su ambición personal. Ensimismados por los tiempos electorales y las columnas políticas, pretenden ganar en las redes sociales la legitimidad del ungimiento cuando la decisión unipersonal determine la selección del candidato a la gubernatura del partido en el poder.
Resulta necesario que las autoridades electorales regulen el uso de las redes sociales en la promoción anticipada de sus campañas personales, para garantizar desde ahora una contienda equitativa para todos, pero sobre todo, que sea una campaña basada en proyectos institucionales, programas de gobierno, estructuras ideológicas y problemas sociales.
Hasta ahora lo que se privilegia es la autoestima y el egocentrismo de quienes se asumen como merecedores de gobernar el Estado de México por su fotogenia, por su estirpe o simplemente por su antigüedad en el partido, cuyas cualidades poco o nulamente avizoran su capacidad para gobernar el estado más poblado del país.