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EDITORIAL (07-09-2015)

La LIX Legislatura del Estado de México arrancó funciones el pasado sábado con una consigna singular por parte de una acotada oposición: ejercer un real contrapeso al Poder Ejecutivo que mantiene una amplia hegemonía a partir de los priístas y sus aliados partidistas en el congreso local. Se trata en esencia de forzar al gobierno de Eruviel Ávila tener una obligada interlocución, diálogo, apertura, rendición de cuentas y vocación democrática frente a la pluralidad política que representa la legislatura mexiquense.

La apuesta electoral de Eruviel Ávila en la pasada elección intermedia fue garantizar una amplia mayoría priísta en la legislatura que habrá de acompañarle en el resto de su mandato que concluirá en setiembre de 2017, y con ello garantizar la gobernabilidad de su mandato, con un Poder Legislativo acomodaticio a sus preceptos políticos, que apruebe sin mayor obstáculo presupuestos, cuentas públicas, iniciativas de Ley y alcanzar inmunidad hasta cuando se trata de sancionarlo, como ha ocurrido en fechas recientes en resolución del Instituto Nacional Electoral, por violar normas electorales.

Sin embargo, a pesar de la dominancia anticipada que podrá ejercer el PRI y sus aliados políticos, -ya manifiestos por parte del Partido Verde, Nueva Alianza y Encuentro Social-, se exige de la oposición un contrapeso al Poder Ejecutivo, para evitar que el Poder Legislativo siga funcionando como un “cheque en blanco” a favor del mandatario estatal, pero que no sea un espacio de mera rebatinga política con ambiciones electorales.

La “oposición responsable” a la que aludieron en sus discursos PRD, PAN y Morena en el arranque de funciones debiera reflejarse en acciones consecuentes, romper con la imagen de una oposición colaboracionista con el gobierno en turno, coexistente en el Estado de México desde hace veinte años, que no han implicado mayores resistencias a las gestiones priístas, aun cuando tuvieron mayor presencia en la legislatura.

En medio de una clase política desacreditada, la exigente necesidad de recuperar la confianza ciudadana debe estar encaminada por evitar las complacencias y las displicencias que siempre han contribuido a las componendas políticas para que la clase gobernante mantenga sus privilegios.

Ejercer un contrapeso es contribuir a una rendición de cuentas desde el Ejecutivo hacia el Legislativo. Se trata de un equilibrio entre poderes y no de una malentendida subordinación como preferentemente lo ha ejercido el gobernador en turno, bajo la actitud de administrar los costos políticos, para lo cual pone en juego el futuro político de los legisladores a partir de su disciplina, su lealtad y su sumisión.

La Legislatura del Estado de México, en todo caso, debe convertirse en el espacio de representación política que fue electo en las urnas, pero con una visión singular de la sociedad mexiquense, y no sólo como una oportunidad de promoción personal para políticos que buscan la prevalencia de su trayectoria profesional.

En tanto, el gobernador debe asumir una vocación democrática, una actitud de tolerancia y de absoluto respeto a la pluralidad política que expresada en las elecciones, y evitar una amplia injerencia en el Poder Legislativo que lo convierta como ha ocurrido en las legislaturas más recientes, en el real legislador que desde el Poder Ejecutivo ejerce una toma de decisiones sobre los temas que son discutidos y aprobados en el congreso local.

El poder legislativo debe retomar una acción deliberativa que resuelva los temas de interés en el debate plural y no en las decisiones cupulares de la Junta de Coordinación Política. Una primera actitud de tolerancia y pluralidad implicaría una rotación en la presidencia del máximo órgano de gobierno en la legislatura, que posibilite elevar al debate legislativo los diversos temas que a cada grupo parlamentario interesen.

Hoy Eruviel Ávila y el PRI se encuentran frente a la gran oportunidad de demostrar que está dispuesto a generar un espacio de debate, diálogo, apertura y transparencia entre el Poder Legislativo y el Poder Ejecutivo, en el que todas las voces puedan ser escuchadas, para privilegiar la deliberación y no la imposición, el equilibrio y no la subordinación.