La semana que comienza, será paradigmática por las celebraciones y conmemoraciones institucionales enmarcadas en el Día Internacional de la Mujer, particularmente en el Estado de México, donde se declaró una Alerta de Género en once municipios de la entidad, por la incidencia de desapariciones y feminicidios que han lacerado la integridad de las mujeres en la última década.
Es precisamente en zonas urbanas, donde las mujeres mexiquenses no tienen muchos motivos que festejar, y por el contrario, proliferan las razones para ocuparse de la seguridad y la integridad de las mujeres.
Cada 8 de marzo, las instituciones y los hombres del poder público, disponen de actos cívicos como si estos en automático revirtieran las condiciones de inequidad e injusticia que padecen las mujeres, víctimas de violencia física, verbal, económica, psicológica y hasta sexual, que resultan inadmisibles para las tendencias de igualdad que exige la vertiginosidad del siglo XXI.
Hoy, no basta con adecuar las leyes que otorguen mayores condiciones de empoderamiento femenino, porque esa circunstancia legal no cambia la vulnerabilidad de las mujeres que padecen día a día de desapariciones, agresiones, vejaciones e invisibilidad institucional.
Para el Estado de México, la posibilidad de contar con más candidatas a cargos de elección popular ha modificado escasamente la realidad de la mayoría de las mujeres, particularmente aquellas que viven en condiciones precarias, por circunstancias económicas, ideológicas, geográficas y raciales.
Más preocupante revela que las condiciones de mayor vulnerabilidad que padecen las mujeres y laceran su integridad, se dan por parte de integrantes de su círculo cercano, como lo son familiares, amigos, compañeros de trabajo y principalmente, sus parejas sentimentales.
Las políticas públicas de inclusión social resultan insuficientes, porque inciden en lo mínimo en las razones culturales que recurrentemente se reflejan en la marginación, segregación, agresión y violencia en agravio de las mujeres.
El diseño institucional de atención a las mujeres debe modificar su enfoque, para atender con prontitud, y entender que la equidad de género no sólo se limita a un ciclo de conferencias o una serie de actividades alusivas cada mes de marzo, o colgar un listón naranja el 25 de cada mes.
La posibilidad de garantizar la equidad de género que favorezca positivamente a las mujeres conlleva establecer oportunidades equitativas en materia de educación, empleo, recreación, inclusión social y acceso a la justicia.
A la fecha, la consigna pendiente transita por lo elemental: garantizar la seguridad física, psicológica y sexual de las mujeres; así como castigar a quienes vulneran la integridad de las mismas, privando cualquier asomo de impunidad.
En la medida, en que el Estado de México tenga un solo registro de una mujer como víctima de violencia, cualquiera que sea su circunstancia de vulnerabilidad, las instituciones no pueden ni deben mantenerse satisfechas, porque ahí existirán razones suficientes para diseñar, atender, contener y salvaguardar la equidad de género más allá de los elementos discursivos e institucionales.