Obligado a romper su propio paradigma
Por Israel Dávila
El próximo domingo se realiza el primero de dos debates organizados por el Instituto Federal Electoral (IFE) entre los candidatos a la presidencia de la república. Los candidatos del PAN, Josefina Vázquez Mota y de la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, han apostado a que este ejercicio sea el parte aguas de la contienda presidencial y a partir de este ejercicio las cosas cambien radicalmente en la elección.
Ansiosos, Josefina y Andrés Manuel, así como millones de sus simpatizantes, desean que el priista Enrique Peña Nieto — que según el conjunto de encuestas que se han publicado, les aventaja con al menos 15 puntos porcentuales–, pueda quedar exhibido por sus limitaciones para contrastar ideas y proyectos.
Esperan que ese domingo el priista se desplome en las preferencias electorales y a partir de lunes inicie una nueva carrera por la presidencia.
Desde que Peña Nieto dejó la gubernatura del estado de México, su equipo de campaña lo ha envuelto en una burbuja para no exponerlo. Sin embargo, en un acto que no ameritaba un alto riesgo, como lo era la Feria del Libro, Peña Nieto cometió un error que lo marcó para el resto de su carrera política, al no haber podido enumerar tres libros de sus autores favoritos.
Desde ese episodio, en el imaginario colectivo quedó sembrada la idea de que el ex gobernador mexiquense es “frívolo” “limitado”, “incapaz” “incompetente” “torpe” “inexperto”.
Esta percepción se ha alimentado por el propio candidato presidencial del tricolor quien se ha negado a asistir a actos con auditorios no controlados, a foros abiertos en universidades y a debates organizados por diversos medios de comunicación, donde la improvisación es elemental.
Partiendo de este escenario no queda duda de que el debate del domingo es una amenaza para candidato tricolor. Pero si Peña Nieto y su equipo logran transformar esta amenaza en una oportunidad de romper el paradigma que envuelve al propio aspirante presidencial, no hay duda de que esa misma noche puede estar sellando su victoria en el proceso electoral, casi dos meses antes de la jornada comicial del 1de julio.
La apuesta de la oposición ha sido muy alta. En el debate del domingo han cifrado casi todas sus expectativas de revertir las tendencias en la carrera presidencial, para dejar de ser candidatos testimoniales en la contienda a ser candidatos reales.
En un mes de campaña, las cosas, dicen los encuestadores, han variado muy poco. Las preferencias casi no se han movido. Peña sigue muy firme en primer lugar, y Josefina y Andrés Manuel muy atrás peleando por el segundo lugar. Es por eso, que necesitan un revulsivo y consideran que este es el debate del domingo.
Pero no sé si en sus análisis han estudiado que las cosas no pueden salir como ellos han deseado. ¿Qué pasa si Peña Nieto demuestra que es inteligente y capaz de sobreponerse a la adversidad, si se muestra con aplomo durante el debate y deja el temor y el nerviosismo a un lado y logra contestar cada uno de los ataques con sustentos sólidos y convincentes?
De entrada pareciera difícil. Imposible dirán otros. Pero precisamente al saber sus limitaciones el candidato presidencial priista ha sido sometido a un exhaustivo entrenamiento para enfrentar este debate, no en semanas recientes, sino desde que inicio el año, ya que preveían inevitabilidad del ejercicio.
El domingo, veremos que tan eficaces son sus asesores; veremos si el candidato presidencial priista tiene empaque para conducir los destinos de un país, y si se logra quitar la etiqueta del “ídolo de pies de barro” que lo rodea. Si lo logra, no hay duda de que el domingo podrá asegurar el destino de la elección a su favor. Si no lo hace, pues que se preocupe, porque podrá ser el inicio del fin.
