Dos dígitos
Por Israel Dávila
El escenario que se tenía hace unos meses de que Enrique Peña Nieto era, inevitablemente, el próximo presidente de México y que los comicios de julio no serían más que un trámite para el PRI para regresar a Los Pinos, no es más que una anécdota. Hoy, la victoria del originario de Atlacomulco no es segura, aunque sí muy probable.
Los ejercicios de demoscopia que realizan varias casas encuestadoras aún lo ubican como puntero en la carrera presidencial, y aunque amplia, la ventaja del priista poco a poco se reduce cuando todavía no han dado inicio las campañas.
Las encuestas indican que la ventaja entre Peña Nieto y López Obrador y Josefina Vázquez Mota, la más competitiva de los precandidatos panistas, se ha reducido 6 y 9 puntos, respectivamente, de lo que marcaban las encuestas en diciembre pasado.
Si se mantiene esa tendencia, no hay duda de que las campañas iniciarán a finales de marzo y principios de abril con una contienda muy cerrada, escenario al que el PRI y su candidato no quieren llegar por ningún motivo.
Hoy la ventaja de Peña Nieto sobre sus contrincantes ronda los 20 puntos porcentuales. Una diferencia muy amplia, cuando faltan seis meses para la jornada electoral.
En la historia de las elecciones en México no hay registro de que alguien se haya repuesto a una diferencia de esta magnitud, ni que nadie haya perdido una presidencial tras tener una ventaja de este calibre faltando medio año para la elección.
Hace seis años Calderón repuntó nueve puntos para vencer a López Obrador y hace 12, Fox remontó 12 puntos para ganarle a Francisco Labastida. Pero hoy no hay nada escrito. Nadie, en su sano juicio podría aventurarse a declarar ya a un ganador y menos, tras conocer la fragilidad que ha mostrado Peña Nieto en el mes y medio de precampaña.
No sólo se trata del lapsus de la Feria Internacional del Libro, que le dio la vuelta al mundo, por no saber citar a tres autores o libros favoritos. Tampoco de la rebelión que se ocasionó al interior del PRI por las candidaturas a gobernador o al senado, que dejaron mal parado al precandidato presidencial, al exhibir que no tiene control sobre lo que sucede en el partido.
Peña Nieto aun no se enfrenta a la guerra sucia que alentarán sus rivales, y que seguramente impactarán en la preferencia electoral. Si no creen, recuerden a López Obrador hace seis años
Aunque en el bunker de Peña Nieto no existe alarma, si se nota preocupación por los escenarios a futuro. La encomienda que tienen es evitar que la contienda electoral se cierre a menos de un digito. Aun se dan el margen de perder al menos 5 puntos más durante la campaña, lo que permitiría al ex gobernador mexiquense no entrar en shock.
Si la ventaja es de más de un dígito, muy probablemente, el electorado se desanime y no acuda a las urnas bajo el entendido de que la elección está resuelta de antemano. Bajo este escenario de baja participación, el PRI apostará a su maquinaria para movilizar a su voto duro el primero de julio, lo que le garantizaría el triunfo.
Pero si la contienda se logra cerrar a un dígito, pues que el PRI se ponga a rezar, porque habrá más interés del electorado en participar y su maquinaria podría no ser suficiente para garantizar el triunfo.
Podemos enfrentar algo similar a lo que ocurrió hace seis y doce años, donde seguramente el segundo lugar apelará el voto útil, para polarizar la elección y ahí, quien sabe qué pueda suceder.