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De nada servirá…

 

Por Israel Dávila

 

El próximo 30 de enero, Marcelo Ebrard y Eruviel Ávila, firmarán un convenio para el tratamiento y manejo de los residuos sólidos  en el Valle de México,  con lo que pretenden poner fin a la contingencia que aún se vive por el cierre del Bordo Poniente.

 

En el último mes hemos sido testigos de cómo se agudizó el problema de  la disposición final de los residuos, porque el Distrito Federal no tenían donde depositar las 12 mil 500 toneladas que se producen al día en la capital, y que pese a inconformidades de la población, el estado de México tuvo que recibir estos desechos en algunos tiraderos de la zona metropolitana y del valle de Toluca.

 

El cierre del Bordo Poniente exhibió a las autoridades por su falta de previsión para enfrentar un problema de este tipo, y demostró que, en la mayoría de las ocasiones, se actúa de manera improvisada.

 

Los cerros de basura en las calles de Distrito Federal fueron imágenes frecuentes en los primeros días del año, porque simplemente no tenían donde depositarla, ya que sitios en el Estado de México, se negaban a recibir desechos de la capital.

 

Poco a poco, el problema se fue regularizando, luego de que prácticamente se obligara a los municipios mexiquenses a abrir las puertas de sus rellenos sanitarios a los desechos de la capital.

 

Ahora, con este convenio que firmarán para el manejo de la basura en el Valle de México, las autoridades capitalinas y mexiquenses, tienen la idea de solucionar el problema a través del procesamiento de la mayor parte de los residuos.

 

El plan contempla la instalación de varias plantas de tratamiento y procesamiento de la basura en ambas entidades y otras para generar composta con la basura orgánica. Se dispondrán de más de 100 millones de pesos, que se etiquetaron en el presupuesto federal, y se comprometerán más recursos del estado y la capital.

 

La idea es confinar la menor cantidad posible de basura en los tiraderos y a través del procesamiento de los desechos, utilizar aquello que pueda ser reciclado, como plásticos, PET, vidrio, cartón, papel, etcétera.

 

Pero las autoridades del Distrito Federal y el Estado de México han pasado por alto que no se ha generado, primero que nada, una cultura de manejo de los residuos entre sus habitantes y que los municipios no cuentan con infraestructura y organización necesaria para que la recolección de los residuos sea eficiente.

 

¿Cuántos de los municipios mexiquenses en la actualidad cumplen con el Código de Biodivesidad, aprobado hace casi tres años por el Congreso del estado, que los obliga a recolectar la basura de forma separada, en orgánica e inorgánica? Yo me atrevería a decir que ninguno.

 

¿En cuántas delegaciones del Distrito Federal, se pasa por la basura orgánica unos días y por la inorgánica otras? Son pocas.

 

¿Y en cuántos hogares de la zona metropolitana del Valle de México se tiene la costumbre de separar los residuos? En muy, pero muy pocos.

 

Por eso, aunque el proyecto que pretenden echar andar el Distrito Federal y el Estado de México es ambicioso, requiere del esfuerzo de todos para que tenga éxito. Y no sólo hablo de las autoridades estatales, capitalinas y municipales,  sino en particular de la ciudadanía de ambos estados, que deberán, desde ahora, involucrarse en la solución del problema.

 

Si en nuestras casas no hacemos conciencia de la importancia de manejar correctamente la basura, el problema no tendrá solución y se seguirán confinando cerros y cerros de basura y contaminando hectáreas y hectáreas de territorio en la entidad.

 

Si hacemos la prueba de cómo se reduce la basura, separando lo que puede ser reutilizado para venderlo al pepenador o a  los negocios que se dedican a recibir cartón, papel, PET y plásticos, veremos que al menos entregamos 70 por ciento menos de basura al camión recolector.

 

Si además comprobamos, desde nuestras casas, que podemos sacarle provecho a la basura, haciendo composta con los desechos orgánicos, y obteniendo ingresos por la venta de aquello que se pueda reciclar, veremos que la solución a este problema no es tan difícil.

 

Se requiere un cambio de hábitos que solo son posibles con voluntad. Ahora, los problemas de la comunidad, ya no sólo requieren de la intervención de los gobiernos, sino de una sociedad que debe ser más participativa y proactiva en la solución de los mismos. Veremos si con algo tan sencillo, aprendimos la lección.

 

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