El arranque
Por Israel Dávila
Son las primeras horas de la contienda. El puntero en las encuestas no se separa ni una línea del guión marcado por sus asesores. No arriesga. Evade temas polémicos. Es sumamente cuidadoso de lo que hace y dice. No pierde. Administra su ventaja. Es tanta, que le da posibilidad de tantear el terreno. Su presencia mediática no ha bajado, ni se vislumbra que sucederá. La campaña girará en torno a su persona. Lo asume. Tiene toda una maquinaria de su lado capaz de aplastar a quien se le ponga enfrente. Aún no arranca, pero todo lo tiene listo para cuando considere necesario. Sabe que todos lo miran, que es el objetivo. Esperan de él un error para irse encima y destrozarlo. Arrogante y desafiante lo disfruta.
Su contrincante interno, un experimentado político de la vieja guardia, se vende como un verdadero transformador. Propositivo y audaz, pero al interior poco convincente. No deslumbra. Eso sí, da cátedra a sus correligionarios de comportamiento político. Su postura atrae la atención mediática, pero sigue siendo insuficiente para enfrentar al telegénico aspirante presidencial.
Su partido luce como el más preparado para lo que viene. Tiene perfectamente medido el timing del proceso. Puede maquillarse para sacudirse lastres, o mantenerse cínico para no romper el status quo.
En la acera de la izquierda, otro astuto aspirante parece haber entendido sus defectos. Ahora se muestra mesurado, deja ver su lado más amable. Convence y atrae como en sus mejores tiempos. Es consecuente y persistente en el discurso. Se aleja de radicalismos y de forma muy gráfica aclara que no será como pintan. Tras muchos años desaparecido de noticieros logra captar su interés. Se ha metido al debate, a la contienda. Pero sigue arrastrando muchos negativos. Aún genera mucha desconfianza.
Su compañero y rival es todo un camaleón. Insiste en imitar al puntero exaltando su vida privada. Se suma al tema de coyuntura, lo apoya y lo contrasta para advertir los riesgos de regresar al pasado. Siembra más afuera que adentro. En la izquierda se desdibuja, pero al exterior gana fuerza. Amplios sectores no lo ven mal. Tira un lazo al ala contraria para no cerrarse la puerta. Sigue soñando en una alianza cómo una posibilidad de alcanzar la presidencia.
El partido dividido, no en dos, sino en tres, ya que algunos intentan resucitar a su líder moral. Las otras dos agrupaciones totalmente entregadas al primero. Es quien les garantiza mayor rentabilidad, aun cuando su apuesta no es ganar.
Del otro lado, a la derecha, se notan urgidos y desesperados. La cabeza permanece extraviada, sin rumbo. Sin saber qué hacer. El delfín intenta aferrarse al salvavidas para no ahogarse. Da bandazos. Un paso para adelante, pero dos para atrás. No crece. El otro se estanca. Su quehacer ha perdido interés. Poco a poco decrece. Intenta aferrarse a algo que no es suyo. En cambio, la única mujer, va derecho y no se quita. Paso a paso avanza, aunque muy lento. Vence resistencias al interior. Al exterior también crece, aunque a sus pies trae un pesado plomo llamado Felipe Calderón.
Son las primeras horas del proceso. Aún queda camino largo por recorrer. La historia aun no está escrita, pero el arranque siempre es importante.