Francisco Ledesma
Toluca, Edomex, 16 de diciembre de 2022.- Las élites políticas priístas presumen haber zanjado sus diferencias y salvado la fractura interna con el propósito de buscar la prevalencia de las posiciones de privilegio del poder público; mientras mantienen marginada y desplazada a la enorme estructura de su partido que resulta fundamental en cada seis años para la promoción y movilización de votantes como estrategia para ganar elecciones.
En la sede estatal del PRI, fue convocada la sesión del Consejo Político Estatal en la que se aprobaría la coalición electoral junto al PAN y al PRD, y se lograría la adhesión de Ana Lilia Herrera como delegada del priísmo nacional para la campaña electoral mexiquense, quien a partir de este viernes, abandonará el discurso envalentonado y dejará para otra ocasión la indisciplina como conducta partidista.
Las élites políticas -identificadas con alcaldes, diputados federales y locales- arengan por la unidad entre los grupos políticos, mientras prevalece una división simbólica y estructural en la conformación del partido y su ascenso al poder político.
En el recinto priísta se distinguen hasta cinco zonas en la distribución de asistentes: la zona VIP es el templete, ahí están los activos del priísmo estatal entre quienes sobresalen personajes como Arturo Montiel, Alejandro Moreno, Alejandra del Moral, Ana Lilia Herrera, Elías Rescala, Tony Rodriguez, Martha Hilda González, Laura Barrera, Beatriz Paredes y Carlos Iriarte, ahí en primera fila están «los mismos de siempre».
Otros más, fueron relevantes por su ausencia: el senador Eruviel Ávila; el eterno precandidato, Ricardo Aguilar; además del exgobernador, César Camacho, impulsor de Alejandra del Moral.
En la zona diamante, están las élites que ya no alcanzaron lugar en el templete, pero que son parte de los grupos políticos más representativos del priísmo nacional y local; ahí se identifica a Mariano González Zarur y Mariano González Aguirre -suegro y esposo de la futura candidata-, senadoras como Claudia Ruiz Massieu y Nuvia Mayorga -representantes de Salinas y Osorio Chong-; además del gabinete delmacista encabezados por Luis Felipe Puente.
En el resto de las zonas, divididos por vallas y cordones, el resto de la militancia, esos que reciben los premios de consolación en el sorteo electoral de cada tres años, y que desempeñan roles como síndicos, regidores, dirigentes municipales o de alguno de los sectores y organizaciones en los comités locales. Esa es la verdadera división estructural que hoy tiene al PRI como el partido con mayor percepción negativa en el país.
Los primeros arriban al comité estatal en camionetas de lujo, con chóferes y escoltas; tienen ingreso al estacionamiento y arriban a la sede priísta, apenas media hora antes de que inicie el ritual tricolor. Los segundos, llegan en su mayoría, en diversos autobuses de pasajeros, de estacionan a unas cuantas cuadras y caminan a la sede del partido cargando los tambores, las matracas y banderolas que les permita demostrar su lealtad al tricolor; estos últimos son convocados hasta cinco horas antes del evento para ser trasladados desde sus lugares de origen a la capital mexiquense.
Otros más, llegan en sus autos compactos, y son relegados a un baldío, usado como estacionamiento para las fuerzas vivas, con el césped ya crecido -reflejo del abandono permanente de la verdadera militancia-. Desde ahí caminan con entusiamos al partido de Las mil batallas que les promete que para la próxima elección, ahora sí les toca a ellos.
Ya en el recinto, la división es evidente e irrebatible. Las élites políticas saben que ganar la elección les abre la puerta para mantenerse vivos en el ejercicio del poder gubernamental, y ya preparan a sus cónyuges, hijos y sobrinos en el ascenso de posiciones de privilegio. Las élites se imponen porque así funciona la política y así está estructurado el priísmo heredero de Isidro Fabela y fundado en Atlacomulco.
La militancia se entrega, busca la selfie con los Del Moral, los Herrera, los Sevilla, los Iriarte, los Montiel, los Moreno y los Paredes para presumirla en sus redes sociales, y presumir que son parte del selecto grupo invitado a este recinto; pero en el fondo son esos priístas de segunda y de tercera, que funcionan como un modelo multinivel de convencer a más personas de votar por el partido con la promesa interminable de ascender en la pirámide del poder político.
Esa es la verdadera división que el priísmo no se preocupa por resolver y que hoy tiene al partido sumido en un abismo electoral.
