Toluca, Edomex. 29 de junio de 2018.- El próximo domingo, se realizará la elección más competida y de amplias expectativas políticas de los últimos 15 años. Desde que Vicente Fox alcanzó la alternancia en el año 2000, no había tanta conmoción en el mundillo político. Con Andrés Manuel López Obrador como puntero de las encuestas presidenciales, las apuestas de un resultado abrumador se incrementan. Las campañas electorales locales no prendieron jamás. Entre los votantes se identifica a los candidatos a alcaldes, pero poco se sabe de quienes son los candidatos a diputados federales y locales, salvo en zonas urbanas. Hubo campañas con desdén hacia los electores.
Más allá del resultado de la elección presidencial, las campañas estuvieron inundadas por ataques que alimentaron notas falsas. Ahí vendrá una nueva reforma electoral que trate de subsanar los excesos de las campañas que están por terminar. Los medios digitales y las redes sociales serán parte de ese entramado que necesariamente se deberán regular. Tal parece que los partidos y los candidatos, sin distingo, buscan inhibir la participación electoral frente a tanto despilfarro de recursos, de ataques políticos y de escasas propuestas políticas. Proliferan además los lugares comunes en sus discursos por encima de sus proyectos de gobierno o promesas electorales.
Una encomienda para aligerar las costosas campañas electorales apunta a votar por los partidos grandes, y buscar la desaparición de los partidos pequeños, que sólo alimentan la dispersión del sufragio, en un estéril gasto de sus actividades proselitistas. Hace dos décadas, el electorado mexicano ha marcado sus tendencias con claridad: un tripartidismo, marcado por la derecha, la izquierda y el priísmo. Los demás partidos sólo juegan una comparsa y sobreviven con el concurso y la alianza electoral con los partidos grandes. El electorado, si lo decide, puede desaparecer a los engaños que representan el Partido Verde, Nueva Alianza, Encuentro Social, Movimiento Ciudadano y Partido del Trabajo.
Otro factor fundamental, que explotó en el proceso electoral en curso, es ponerle un freno a la violencia política. Ya sea por la polarización ideológico, o la injerencia de grupos externos, pero aquí se concentró una indeseable criminalidad que pone en riesgo la democracia incipiente. Es deseable que las diferencias se puedan resolver en las urnas y no en la presencia criminal. Es indispensable que las autoridades saquen conclusiones del porqué la violencia política y plantear soluciones inmediatas, antes que sea demasiado tarde. El primer paso para combatir la violencia política es abatir la impunidad.
Las expectativas son muy altas en la próxima elección. Tanto como para que la copiosa participación pueda vencer la apatía y el abstencionismo. Lo cierto es que tampoco es deseable la concentración de poder que ya en antaño nos mostró sus vicios y sus debilidades. En toda democracia es positiva la pluralidad, la alternancia y la capacidad para superar las contiendas electorales. Después del domingo, todos somos México, y seguiremos siendo parte del Estado de México.
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