Toluca, Edomex; 26 de noviembre de 2025.- Ahora que la clase gobernante está muy dedicada a levantar la bandera contra la violencia hacia las mujeres, valdría la pena observar la propia conducta al interior de los gobiernos y de los partidos políticos. Los buenos ejemplos para combatir la violencia de género podrían comenzar desde casa. Difícilmente, habrá quien pueda ser ejemplo de lo que sucede en su vida interna. La clase gobernante quedaría a deber.
El caso más reciente ocurre en Tecámac, que ha ocupado la agenda pública del Estado de México. Ahí está el caso de la alcaldesa Rosa Wong, quien ha sufrido amenazas, insultos y acusaciones por parte del grupo político identificado con la senadora Mariela Gutiérrez, tan sólo por querer ejercer el poder y pretender remover a integrantes de su gabinete. La violencia política de género ha sido evidente. El problema no se resuelve con tomar el control del Ayuntamiento desde Toluca. La violencia persiste en agravio de una presidenta municipal.
En el PRI, hace apenas un año, se decidió por expulsar a la diputada Paola Jiménez -hoy afiliada a Morena-, por el simple hecho de votar diferente a la línea que había marcado su bancada legislativa. Recientemente, la alcaldesa de Mexicaltzingo, Saray Benítez decidió renunciar a su militancia, porque no sentía el respaldo político necesario de su dirigencia. Y más hacia atrás, la salida abrupta de Ana Lilia Herrera de la presidencia estatal; y de Alejandra del Moral del priísmo, porque fue relegada de las posiciones plurinominales en las elecciones de 2024. Ambas agraviadas por el PRI de Alito.
Desde el panismo, las decisiones de facto hablan por sí solas. El PAN sigue siendo un partido dominado por hombres. La dirigencia del partido, la coordinación legislativa y el liderazgo moral, todos son dominados por varones. Las posiciones que se abren para mujeres, son parte de una obligación legal, o bien, de una conveniencia familiar. La meritocracia se ejerce como excepción y no como regla. No basta con discursos ni tampoco con relanzar al partido, una y otra vez.
¿Alguien recuerda a Carlos Barrera? Aquel que, en pleno 2025, lanzaba amenazas con dejar las “arcas vacías” de la UAEMex por no apoyar a su candidata. Y ejercía una violencia política de género, porque pretendía influir sobre las demás aspirantes a la rectoría uaemita desde su posición de poder. Quien previamente, había negado el registro de otra de las aspirantes, por capricho personal. Es un claro ejemplo de que la violencia de género no está exenta de órganos autónomos. Y de que falta mucho por avanzar.


