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El Manual de Maquiavelo 10-10-2025

Francisco Ledesma / Rendir cuentas desde la burbuja

La glosa de los informes de los gobernadores en turno, es un episodio político altamente esperado en la agenda pública del estado, pero que sólo deja espacio para el protagonismo de un puñado de personajes políticos; y en nada trasciende en la toma de decisiones, o bien, en la realidad inmediata de los mexiquenses.

 

Quienes participan de la glosa del informe, reflejan que, pueden ser los secretarios o secretarias que mejor califican para exponerse ante el Congreso del Estado de México, o defender con sus cifras y sus perspectivas, lo que han realizado durante los últimos doce meses. Aunque la terca realidad y la percepción social no siempre coincida con lo que cualquier gobierno en turno -sin distinto de partidos políticos- pueda presumir como sus máximos logros.

 

En la acera de enfrente, ser de los diputados o las diputadas que tienen oportunidad de subir a tribuna, supone privilegia las capacidades o el perfil profesional para representar a su grupo parlamentario, y eso implica “foguearse” hacia futuras responsabilidades políticas o electorales que alimentan sus ambiciones personales, pero queda como mero recuerdo para la egoteca.

 

El formato -cuestionado desde hace años- porque no permite la interacción, el diálogo y la construcción de acuerdos que trasciendan, no se ha modificado ni se ven condiciones de ajustarse. Quienes piden tener una mayor incidencia en la glosa del informe son los legisladores de oposición; esa misma oposición que hoy es gobierno, ya entendió por qué es mejor cuidar la solemnidad institucional para custodiar la investidura de la clase gobernante encumbrada.

 

En los últimos cinco sexenios, las élites políticas han cubierto ciclos. Del gabinete montielista al delmacista, hubo atisbos de una renovación generacional; y en la más reciente e inédita alternancia partidista, en septiembre de 2023, un grupo político diferente ha asumido la toma de decisiones del Poder Ejecutivo.

 

Sin embargo, lo que no se modifica, es el ejercicio del poder -que no debe confundirse con la visión del gobierno-, porque finalmente su ejercicio, actúa de forma piramidal, con apego a esos protocolos de una clase intocable, y a veces inalcanzable, porque por más que allá de pretender instalar una narrativa de un “gobierno de territorio”, lo que prevalece es una clase política que dibuja y construye sus realidades desde la burbuja, sin distingos partidistas.

 

Porque efectivamente, un informe de gobierno enuncia desde las grandes cifras, la generación de empleos, la reducción de la violencia, la inversión pública en escuelas y hospitales, el reparto de los programas sociales y otras tantas estadísticas que permitan enaltecer la acción del gobierno en turno.

 

Y ya sea desde el escritorio donde se redactan los informes o desde las curules donde se escuchan las comparecencias, hay una distancia geográfica, política y social con las realidades individuales, esas que marcan diferencia de la realidad que se pinta en los informes y que tiene que ver con la precariedad laboral, con los asesinatos y los robos de personas conocidas, con la falta de medicamentos en hospitales públicos y la falta de oportunidades para estudiar cerca del hogar.

 

Seis años son insuficientes para la transformación estructural del Estado de México, se escucha decir con cada gobernante en turno, pero quizá sí sean suficientes para hacer de esa glosa del informe un acto más humano, más autocrítico, más trascendente para quienes no comparten esas realidades.

 

Y entender que Foxilandia -ese término acuñado en tiempos en que el panismo asumía el poder presidencial- puede ser una repetición sistemática y sintomática en la que recurrentemente, el gobierno en turno pierde la capacidad de autocrítica y asume la decisión de gobernar desde la burbuja. Y eso, al final, es alejarlo de los votantes que lo llevaron a la cumbre del poder político.