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El Manual de Maquiavelo 19-09-2025

Francisco Ledesma / El corte de caja hacia la transformación

El quehacer gubernamental es complejo; más allá de los desafíos o resultados de un gobierno de alternancia política como el que se vivencia en el Estado de México desde hace 24 meses, lo que está por determinar, es qué tanto se ha podido avanzar en romper las estructuras del poder político que fue una de las principales promesas de la campaña de la entonces candidata Delfina Gómez.

 

Pensar que en menos de dos años se podría abatir la delincuencia, reducir las brechas de desigualdad o reinventar un estado que había sufrido o padecido la prevalencia de un mismo grupo político -el de Atlacomulco- por casi cien años, sería realmente ingenuo, inverosímil e imposible de alcanzar.

 

En todo ejercicio del poder, es necesario entender que no basta con la mera voluntad política de un gobernante para obtener resultados inmediatos. Tampoco es suficiente con la implementación de políticas públicas que, en repetidas ocasiones requieren del mediano y largo plazo para alcanzar objetivos y metas, siempre sujetos a una evaluación discrecional. Y sobra decirlo, para un partido en el poder, no habrá recursos presupuestales suficientes que permitan cubrir las necesidades más apremiantes de las áreas del sector público.

 

Los indicadores que puedan presentar los gobernantes, siempre tendrán una alta subjetividad, porque parten del análisis de una realidad social, que obligadamente destacará lo positivo, lo favorable. Aun cuando la crítica sea legítima, difícilmente habrá un punto de encuentro y siempre habrá aspectos negativos o de retroceso, porque el ejercicio del poder está sujeto al escrutinio público y a la disputa política permanente. Esa es parte de la vida democrática.

 

Hacia el segundo año de su mandato, el régimen morenista debe construir y robustecer una narrativa sobre su avance de transformación. Hay dos aspectos que parecen sostenibles: un distanciamiento de la gobernante en turno con el aparato partidista; y un desmontaje de la parafernalia que envolvía al gobernador en funciones en cada evento público o gira de trabajo.

 

También ha dado un paso al frente, en el firme deseo -que todavía no resulta un hecho concreto- para combatir el nepotismo en cargos de elección, pero que sería deseable que esto incidiera en los puestos de responsabilidad política, para privilegiar la meritocracia por encima de la dinastocracia. La ascendencia política y el ascenso profesional debería estar sujeto a la preparación académica y evaluaciones del encargo, por encima de componendas discrecionales.

 

En este quehacer público, sin embargo, prevalecen grupos y pugnas internas -hoy ajenas a Atlacomulco y cercanas a Texcoco-, que han derivado en disputas por el control del poder político, el ejercicio presupuestal, la repartición de cuotas y parcelas de posiciones. El corolario ha sido una distracción de recursos humanos, de tiempo y espacio, para ampliar su margen de maniobra.

 

Otro aspecto, siempre cuestionable, ha sido la incorporación o reclutamiento de las élites priístas en el ejercicio del poder público, en el que se incluyen exgobernadores y exdirigentes partidistas, lo que supondría la claudicación por la transformación del régimen político; y por el contrario, la sensación de mantener inercias negativas y la consolidación de pactos de impunidad.

 

Las resistencias están vigentes porque las estructuras de poder marcan que es más sencillo administrar inercias que romper esquemas, más cuando existe claridad sobre lo que se tiene que transformar, pero prevalece la incertidumbre de cómo construir un nuevo entramado que sea funcional para el aparato gubernamental que se pretende construir de cero.

 

La tenebra

¿Qué tanto habría cambiado el ejercicio del poder público en caso de que hubiese ganado la entonces priísta Alejandra del Moral?