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El Manual de Maquiavelo 05-09-2025

Francisco Ledesma / Un Tribunal bajo sospechosismo

El Tribunal de Justicia Administrativa (Trijaem) es un eslabón responsable para castigar posibles actos de corrupción cometidos por autoridades del poder público, instancia donde hoy ha surgido la sospecha de un intento de desvío de recursos públicos por una cifra superior a los 32 millones de pesos y que pone en duda la actuación de quienes presiden este organismo autónomo.

 

Encabezados por Gerardo Becker, un abogado afín al delmacismo, impulsado en las esferas del poder por el grupo de los Rodrigos -Espeleta y Jarque-, se convirtió en magistrado del Trijaem en el último sexenio priísta. Sus méritos personales no fue su experiencia en órganos jurisdiccionales, su carta de presentación fue su buena relación con las élites políticas delmacistas.

 

Hoy, la investigación pesa sobre un exjefe de departamento a quien se imputa la responsabilidad de trasferir 32 millones de pesos sin el permiso de sus jefes superiores. Y aunque la suma millonaria fue resarcida, el silencio permanente durante casi tres años, por parte de la autoridad jurisdiccional permite advertir que hubo un intento de desfalco con la anuencia de sus mandos superiores.

 

Durante los últimos años, será difícil recordar para la memoria pública, algún caso en donde el Trijaem haya resuelto un expediente sancionador en contra de autoridades mexiquenses para castigar la corrupción de su clase gobernante.

 

En contraste, frente a los vacíos de información, hoy el Trijaem es el protagonista de un posible acto de corrupción cometido desde su interior. Mientras la figura de un jefe de departamento ha sido expuesta como “chivo expiatorio” frente a una serie de trasferencias bancarias millonarias que pasaron desapercibidas durante tres años para quienes en su momento denunciaron el delito.

 

Es entendible, por cuestiones del debito proceso judicial, que hay datos de confidencialidad que el Trijaem no puede publicitar. Sin embargo, la falta de un posicionamiento institucional y la omisión constante de Gerardo Becker también resultan inadmisibles en tiempos políticos que requieren de apertura, transparencia, rendición de cuentas y combate a la corrupción.

 

Más allá de las investigaciones en curso, se vuelve a lastimar a las instituciones cuando éstas carecen de credibilidad. Más cuando se trata de aquellas responsables de combatir la corrupción y resultan infestadas por sus propios funcionarios en actos indebidos en el manejo de recursos públicos. En otros tiempos, muy probablemente, Gerardo Becker ya habría presentado su renuncia para no entorpecer las investigaciones. Y aunque su impunidad estaría garantizada, el castigo habría sido la defenestración pública. Hoy no pasa nada.

 

Son tiempos oscuros donde se asume que la comunicación política está resuelta desde las redes sociales y las plataformas políticas. Las instituciones públicas y sus ocupantes están poco acostumbrados a la crítica y al cuestionamiento público. Les resulta incómodo y amenazante para la prevalencia de sus privilegios. Apuestan a la desmemoria y a la inmediatez del timeline y el engagement para escabullirse de los escándalos mediáticos.

 

Hoy el Tribunal de Justicia Administrativa ha ocupado las primeras planas de los diarios y las notas principales de medios digitales, pero no por su labor en combatir la corrupción, sino porque existe la sospecha de que la fomenta desde sus entrañas, y existe la posibilidad de encubrirla para protección de sus altos mandos. Mientras castiga al último eslabón para librarse de cualquier castigo, ya sea penal o mediático.

 

La tenebra

Qué tal ver al fandom de Eréndira en la UAEMex, esos que usaban hashtag y corazones coreanos, hoy en sus fotos de perfil ya con la rectora en turno. Tienen estos principios, pero si no les gustan a sus jefes, también tienen estos otros. No Es Casualidad.