Francisco Ledesma / La elección, la punta del Iceberg
El paro estudiantil está
a punto de levantarse, pero no por exceso de soluciones ni por voluntad política
de quienes lo generaron. En los hechos, con la acelerada y forzada elección de
su rectora, las autoridades universitarias han construido un escenario
encaminado a dar un portazo en la rectoría para recuperar sus instalaciones y
otros espacios escolares, con el propósito de normalizar actividades en
coincidencia con el nuevo ingreso del semestre 2025B.
A Isidro Rogel le urgía
terminar con su interinato e hizo todo lo posible a su alcance para entregar la
estafeta antes de salir de vacaciones veraniegas. Hoy, el paro estudiantil está
altamente desgastado en tiempo, mermado en presencia y sigue siendo
criminalizado para deslegitimar sus causas por clamor popular.
La comunidad que hoy
celebra tener rectora por voto universal, pierde de vista que esa libertad de
elegir fue producto de un movimiento estudiantil que no se doblegó frente a
presiones institucionales, pero que, en esencia, reponer el proceso electivo
era un medio, y no la finalidad última de su protesta.
La elección del martes
pasado -reconocido por Patricia Zarza- deja una democracia perfectible, donde
prevalece la tentación de directivos y líderes sindicales por tirar línea para
hacer valer su autoridad. Las “casillas zapato” de espacios académicos, principalmente
en el sector administrativo, dejan para la reflexión el libre albedrío de los
votantes universitarios.
Pero la democratización
institucional, es quizá apenas la punta del Iceberg, ante diversas carencias estructurales,
limitaciones humanas e insuficiencias presupuestales, que derivan en una
Universidad que no cumple con las expectativas de su alumnado, de su claustro
docente y de su personal administrativo, muy a pesar de los rankings que año
con año presume el rector en turno, cada 3 de marzo con ocasión de sus informes
de actividades.
El diálogo que pueda
abrirse con el Enjambre Estudiantil, reclama la necesidad de extenderse hacia
los otros sectores de la comunidad, frente a esas voces que se alzaron en las
comparecencias de la campaña electoral. Y asumir que la apertura universitaria,
podría comenzar por abrir las puertas de rectoría que se cerraron como cárcel
de máxima seguridad durante el barrerismo.
La nueva etapa, de la
que se habla en la Universidad, no va a ser producto de una sola persona; sería
inadmisible e inalcanzable que tengamos una institución renovada por mera
voluntad de la nueva rectora. Se requiere talento, capacidad, tolerancia, pluralidad
y un verdadero clivaje con quienes se han enquistado en el ejercicio del poder
de la UAEMex: secretarios y directores que se reciclan o heredan cargos; premiar
la meritocracia por encima de las componendas.
La austeridad es un buen
síntoma en el nuevo rectorado, pero ésta debe acompañarse de transparencia y
rendición de cuentas. La opacidad da lugar a la suspicacia. La apertura a un diálogo
público resulta indispensable. La comunicación digital debe explorar nuevas
formas de interactuar con la audiencia estudiantil, por encima de la cuadratura
de comunicados escuetos.
El parteaguas, de ser
posible, será producto del Enjambre Estudiantil. Si comienza esa nueva etapa,
es en gran medida a su lucha. Hoy, quienes celebran el voto universal deben
reconocer el esfuerzo del alumnado. Hoy, quienes festejan el triunfo de las
urnas, deben asumir que, sin el paro de labores, muy probablemente estaríamos
ya cumpliendo un erendirismo camino al abismo.
Hay dos enseñanzas que
ha dejado la primavera uaemita estudiantil. La Universidad requiere de una
comunidad más propositiva, proactiva y deliberativa; pero para ello, se exige
de un rectorado que no transite desde las nubes del poder, y que reconozca y
asuma la horizontalidad para su toma de decisiones, y un trabajo territorial
para entender las necesidades de la institución.
La tenebra
¿Y si cuando despertemos…
el dinosaurio universitario sigue ahí?